Por RAUL DEL POZO
No han leído a Kipling ni a De Quincey, pero los servicios secretos envían mensajes cifrados en los que avisan de que llega la primavera, van a caer los cuatro pétalos de la amapola y las tropas extranjeras han de cuidarse del veneno de las cobras y de la venganza de los afganos. Empieza la cosecha del opio y allí siguen soldados españoles amenazados por los talibán.
«Tengo una foto de cuando jugábamos al baloncesto», le dice Zapatero a José Antonio Alonso cuando éste entra en el Congreso de los Diputados. Para el presidente, el ministro de Defensa es Antuán, con el que jugaba al baloncesto en la plaza de Santo Martino de León, panteón de reyes, la capilla sixtina del romántico. Alonso es compañero de pupitre; no por eso el Gobierno ha enviado a Afganistán los soldados que pidió. El presidente ha dicho no a Alonso, a Félix Sanz, a la OTAN y a Llamazares, que estaba ayer como una pantera. Nadie le contestó en la sesión de control una pregunta sobre Afganistán. Zapatero con una mano abraza y con la otra le desjarreta. Es el primer presidente no anticomunista, el primer presidente de izquierdas, pero no les ha dado a los de IU ni siquiera una conserjería, una ujierería, en Medio Ambiente.
Izquierda Unida ha sido la sota y ha puesto el jergón; no han sido capaces de negociar un ministro. Ahora, según las encuestas que manejan los socialistas, IU alcanzaría el 7,70% de los votos en la Comunidad de Madrid, con los que Esperanza perdería la mayoría absoluta. ¿Ni siquiera entonces IU va a pedir un ministerio?
A pesar de la amenaza de extinción, a IU aún le quedan votos, que apenas sirven para nada sino para apuntalar la política del Gobierno. Ya no hablo de le PC dans la maison al estilo Mitterrand, sino de una pedrea política. Le pregunto al presidente por qué no da bola a Llamazares, y me dice: «Ya no puedo abrir más el grifo». Es el pago al seguidismo. Se acercan las elecciones y Afganistán es una tumba abierta, un desfiladero de las Termópilas para nuestros soldados. Los talibán anuncian que atacarán la base española. El ministro de Defensa cree, a la fuerza, que no por enviar más tropas hay menos riesgo: «Una bomba o una mina te la ponen con 700 o con 7.000. Tener más efectivos no es conseguir más seguridad».
Rajoy cogió la bandera roja de Llamazares para exponer el riesgo inminente, sobre todo después del ataque a la base de Bagram donde estaba uno de los culpables de la guerra, Dick Cheney. El líder de la oposición estuvo contundente: «Estamos en situación de guerra. La OTAN le pide más tropas, todo el mundo dice una cosa y usted dice la contraria».
Zapatero, con su maestría para la quimera, cambió la pañosa roja por la del arco iris y dijo: «Le recuerdo, señor Rajoy, que la primera vez que salieron tropas hacia Afganistán era ministro el señor Trillo y dijo que iban en misión de paz». Luego Rajoy, indignado bajo la lluvia, me dijo: «Al presidente se le ponen los pelos de punta cuando se habla de Afganistán».
A Eduardo Madina -testigos son los leones de Ponzano- le pregunto si es posible que haya ministros de IU en la próxima legislatura: «No sería bueno para ellos; el PSOE engulliría a IU». Me parece una ironía, después de tantos años en los que el PSOE se ha jamado a toda la izquierda, sea o no comunista.
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