Jueves, 1 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6283.
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Ocio / Teatro
Bernarda Alba, sin aditivos
Amelia Ochandiano dirige una versión escrupulosamente respetuosa del clásico de Federico García Lorca; Margarita Lozano y María Galiana encabezan el reparto de este montaje que llega al Centro Cultural de la Villa
ANTONIO SANCHIDRIAN

Han pasado más de 70 años desde que Federico García Lorca escribiera La casa de Bernarda Alba, la última de sus obras dramáticas. Fue terminada en junio de 1936, dos meses antes de que el poeta muriera fusilado. Ahora que casi todo aquel tiempo es ceniza, hay quien sostiene que este texto, convertido con el tiempo en un clásico absoluto de la dramaturgia española del siglo XX, tiene algo de premonición. Es decir, que Lorca estaba aventurando su triste final.

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A esa tesis se apunta Amelia Ochandiano, la directora del escrupuloso montaje de La casa de Bernarda Alba que se representará en el Centro Cultural de la Villa hasta el 25 de marzo. Sobre el escenario, Bernarda es Margarita Lozano, actriz que atesora una de las trayectorias más impresionantes de la cinematografía española (quedan para la historia sus trabajos para Luis Buñuel, los hermanos Taviani o Pier Paolo Pasolini, entre otros). Poncia, la criada de la casa, es María Galiana, que ha vuelto a encarnar a esta compleja criada 15 años después. Aurora Sánchez, Ruth Gabriel, Palmira Ferrer, Nuria Gallardo, Candela Fernández, Mónica Cano y Saturna Barrio completan el elenco.

Escrupuloso aquí es sinónimo de clasicismo y sencillez: la carpintería teatral y el texto ideados por Lorca se mantienen prácticamente intactos. «Creo que ésta es la Bernarda Alba que a Federico le hubiera gustado ver. Hemos respetado el texto hasta en sus últimos detalles», señaló la directora. «Tan sólo he añadido un par de MATICES al término de cada acto y un homenaje final», añadió.

María Galiana defendió la misma idea de la directora: «A mí no me gustan las versiones. Me gustan las obras tal y como están escritas, siguiendo la idea del autor cuando las escribió. Es ésta una Bernarda que no introduce nada especialmente novedoso, y como tal debería representarse en España cada cierto tiempo, como tantas funciones».

La trama es conocida. A grandes rasgos, retrata la vida gris de Bernarda y su familia tras la muerte del hombre de la casa. El obligado luto de ocho años coincide, para las cinco hijas, con sus años de juventud y esperanza. Esa lucha entre la vida que se escapa de las muchachas y los convencionalismos exteriores e interiores provocarán las tensiones y desembocarán en la tragedia.

La obra que ahora llega a la Plaza de Colón fue estrenada en marzo del pasado año en Santander. Y lo que se han encontrado las mujeres que reviven el irrespirable ambiente de esa casa ha constatado que la obra conquista al público de tres generaciones: «Aunque hacemos la obra de un tirón, los jóvenes aplauden al final de cada acto. Y eso significa que saben muy bien lo que están viendo», apuntó María Galiana.

Sobre la veterana actriz sevillana recayó ayer el peso de la presentación de la obra, toda vez que Margarita Lozano no es muy partidaria de relacionarse con la prensa. Pero Lozano, o mejor, Bernarda, anduvo en boca de Poncia-Galiana. El duelo está servido: «Poncia es un personaje humillado por Bernarda, que la tiene sojuzgada. Pero, ésta tiene cierto ascendiente sobre Bernarda. Y, de alguna manera, entre las dos hay dependencia. No afectiva, porque la dependencia se puede crear de muchas maneras».

El espíritu de esta familia pervive. Galiana contó que en Valderrubio (Granada), los Alba -descendientes de aquellos con quienes la familia de Lorca compartía el pozo, e inspiradores de la obra- siguen viviendo en la misma casa. «Y ellos han perpetuado lo que Federico escuchaba desde el patio». Después de tanto tiempo, la casa de Bernarda Alba y el espíritu que guió a García Lorca permanecen vivos.

La casa de Bernarda Alba.

Hasta el 25 de marzo en el Centro Cultural de la Villa (Plaza de Colón, s/n). Precio, 20 euros. Más información: 010.

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