De su mesa de estudio se han derramado algunas de las más sobresalientes páginas del cómic español, viñetas de trazo detallado y aire tremendista en las que trae al presente vivencias y confidencias del niño de la guerra que fue (permaneció casi nueve años en los Hogares y Colegios de Auxilio Social de las JONS), de sus correrías en el barrio y hasta de su carrera de dibujante. Carlos Giménez (Madrid, 1941), que ha trabajado con Pedro Almodóvar y Guillermo del Toro (storyboards de Atame, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, respectivamente), bien merece el calificativo de pope del tebeo patrio. «Más por constancia y perseverancia que por otras razones», dice.
Pregunta.- Buena parte del reconocimiento que ha obtenido dentro y fuera de España procede de obras madrileñas como Paracuellos o Barrio.
Respuesta.- Realmente no se puede decir que haya tenido un interés especial en retratar Madrid. Lo que sí me he propuesto es contar cosas que conozco. Y eso, inevitablemente, me lleva a hablar de los sitios en los que he vivido: Madrid y Barcelona. Quizás más de Madrid porque soy de aquí y aquí tengo mis primeros recuerdos y sensaciones.
P.- ¿Qué imagen de Madrid ofrecen sus historietas?
R.- La del mundo en el que yo me he movido: el de los barrios populares como Lavapiés o Embajadores, poblados por gente sencilla.
P.- Un Madrid que ha experimentado un gran cambio...
R.- Es curioso. El barrio en el que yo viví de niño era de gente con una economía muy pequeña, con casas superhabitadas y con mucha vida en la calle. Esta forma de vivir fue desapareciendo al entrar en los 60-70. Ahora, a causa de la inmigración, esos barrios vuelven a tener las mismas características. En lo único en lo que ha cambiado ha sido en lo racial.
P.- En sus cómics ha dejado constancia de cómo fue la posguerra en la capital, pero ha reconocido que no se siente historiador...
R.- No me propongo contar cosas con mayúsculas, sino las que están a la medida de las personas como yo. Cuando hice los álbumes de España, una, España, grande y España, libre no aspiraba a hacer la historia de la Transición.
P.- ¿Es la capital una ciudad fácil o difícil de trasladar al cómic?
R.- Todas las grandes ciudades son escenarios muy complejos, hay de todo. No hace falta irse a la galaxia de al lado; los dramas de cada día ocurren en cualquier escalera. Que me cuenten que se han destruido 300.000 galaxias me deja completamente frío. Me llega más saber que el vecinito se ha cortado con la hoja de afeitar la yema del dedo. En euros: 300.000 millones y el doble es casi lo mismo. Pero de no tener nada a tener 10 euros hay gran diferencia.
R.- ¿Qué aceptación tiene el cómic en Madrid?
R.- Es una industria en retroceso. Cada vez se publica más de aluvión, más de traducciones, hechos con esquemas de otros países como el manga... Vivimos en una época en la que sólo funciona lo comercial. Es la época de la basura, y no sólo en el cómic sino en todos los órdenes de la vida. Son cosas que se venden bien, se digieren pronto y no dan grandes complicaciones.