MASSIMO FRANCO
El intento de metamorfosis es evidente, aunque más en la forma que en el fondo. Como custodio de una mayoría autosuficiente y blindada, Romano Prodi está encarnando el papel de árbitro de la transición. Y es con ese perfil inédito que el primer ministro se sometió ayer al voto de confianza del Senado. Sin embargo, la idea de un Prodi que desde la Presidencia del Gobierno quiera conducir al Parlamento hacia una reforma electoral ampliamente consensuada no acaba de convencer a la oposición. El primer ministro aseguró no tener la intención de entrar en esta cuestión, pero ya ha mencionado una serie de directrices sobre su futura gestión que suponen avanzar hacia un fuerte bipolarismo. Su modelo electoral permitiría una mayor cohesión de las actuales coaliciones e impediría casos de transfuguismo, uno de los males endémicos de la política italiana. Una posición que, en este sentido, debería compartir Silvio Berlusconi.
Sin embargo, algunos comentarios agridulces sobre las propuestas de Prodi han llegado directamente de algunos miembros del centroizquierda. Como el ministro de Justicia, Clemente Mastella, dirigente del minoritario Udeur, quien instó al jefe de su Gobierno a «respetar los partidos pequeños». O como el secretario de los Demócratas de Izquierda -la principal formación que apoya a la coalición de Prodi-, quien invitó a sus aliados a «sentarse en la mesa sin prejuicios», dando a entender que no existe ningún modelo electoral preestablecido.
La verdadera incógnita, pues, es saber si el primer ministro, que hasta el momento ha forjado su identidad política a partir del choque frontal con Berlusconi, puede ser aceptado como garante de un gran consenso para reformar la ley electoral italiana. Y esta cuestión es central, todo el mundo lo sabe. El jefe de Estado, Giorgio Napolitano, se lo dijo a los partidos. Y Prodi ha utilizado como escudo las palabras de la Presidencia para invocar «convergencias más amplias» y buscar consenso más allá de su propia coalición. Parece que el centroizquierda quiera seguir a su líder. Pero en el frente de Berlusconi fingen ignorar las novedades del discurso de Prodi.
Y es que la debilidad pertenece a ambas coaliciones. Si el Gobierno de La Unión puede resurgir, eso se debe precisamente a las grietas abiertas en la oposición. Unas divisiones internas que podrían convertir en realidad esas «amplias convergencias» de las que habla Prodi.
Massimo Franco
es columnista del
Corriere della Sera.
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