A cubanos y cubanas se les ha terminado el receso de la ausencia de discursos. Fidel Castro demostró ayer (madrugada, hora española), durante un diálogo en vivo de 32 minutos con el presidente Hugo Chávez en el programa de radio Aló Presidente, que ha recuperado su fluidez oratoria y que está informado sobre asuntos internacionales y locales.
En esta conversación radiofónica, a los casi siete meses de haber tenido que delegar el poder por causa de una operación gastrointestinal, el líder cubano definió así su actual estado de salud: «Voy ganando terreno, me siento con más energía, más fuerza y más tiempo para estudiar. He vuelto a ser un estudiante, en dos palabras».
El hablar pausado, con buena dicción, las frases precisas y el humor expresado por el octogenario líder revolucionario sorprendieron a la opinión pública de la isla cuando la televisión local retransmitió el coloquio.
La anterior aparición pública de Fidel, el pasado 30 de enero, había sido en un vídeo filmado durante la última visita del presidente venezolano a la isla. En esa ocasión, su voz apenas era audible y las ideas inconcretas.
Pero una de las incógnitas más debatidas entre los cubanos es el protagonismo de Chávez como portavoz del estado de salud de Castro. El propio líder cubano le dijo: «Aquí todo el mundo te agradece tener noticias de mí, porque yo hablo y hago silencio, mutismo total, porque no puedo estar hablando todos los días, no puedo crear el hábito, el vicio de tener noticias diariamente».
El mandatario venezolano, a su vez, respondió alegando: «Sí, Fidel, yo me he convertido... bueno, tú me has convertido en una especie de emisario, o de fuente. El que quiere saber cómo está Fidel, pues viene aquí, me llama, conversa conmigo...». Algunos analistas locales consideran que Castro le ha otorgado a Chávez esa función de portavoz, con el propósito de apuntalar al mandatario venezolano como su heredero para liderar el actual proceso de cambios sociopolíticos que están teniendo lugar en América Latina.
El líder cubano aprovechó la ocasión para enviar un mensaje a sus compatriotas: «Pido paciencia y calma, y estoy contento, porque veo a todo el mundo tranquilo; y el país marcha, que es lo importante». En su alocución de ayer no dio pistas sobre una próxima aparición en público. En los últimos siete meses sólo han aparecido grabaciones suyas vistiendo pijamas o equipos deportivos en lugar de su tradicional uniforme verde oliva. Dentro de la isla hay un debate soterrado sobre el papel que asumirá Castro en la gobernabilidad de la isla una vez que su estado le salud le permita dedicar mayor tiempo al funcionamiento del Estado. Las opiniones en torno a ese debate tienen diferentes enfoques. Pero el criterio más generalizado, al parecer, coincide con lo expresado ayer por el cantautor Silvio Rodríguez desde Santiago de Chile, quien aseguraba a los medios de comunicación: «Quiero que Fidel se cure y viva. Creo que eso es lo que quieren los cubanos, aunque tengamos que prescindir de él como dirigente».
El cantante cubano añadió que la prolongación de la vida de Fidel aportaría la utilidad de «contar con sus consejos porque es un hombre de sabiduría. Que gobiernen otros. En Cuba hay jóvenes preparados para gobernar».
El Comandante, a su vez, declaró algo inédito en su larga trayectoria como gobernante al decir: «Y pido también tranquilidad para mí, para cumplir mis nuevas tareas hasta este momento». Él mismo describió una de esas «tareas» cuando dijo que «sobre todo» estaba «estudiando mucho».
El mandatario cubano dejó entrever algunos de los asuntos globales sobre los que, al parecer, ha estado indagando como son los «peligros de guerra, peligros climáticos, peligros alimentarios».
Pero también hay otro tema que no puede excluir de su agenda de estudios. Y está enfocado a ofrecer una propuesta de solución en torno a la continuidad del proceso cubano, después que él mismo fracturara la certeza ideológica de más de cuatro décadas sobre la perdurabilidad del socialismo isleño durante su discurso de noviembre de 2005, en el que abordó la «reversibilidad» o la «autodestrucción» de la revolución cubana.