Jueves, 1 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6283.
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 MUNDO
ABDOLUAYE WADE / Presidente de Senegal
El 'Papa del cambio' y de la alternancia política
CHRISTOPHE PARAYRE. France Presse / EL MUNDO

DAKAR.- Opositor durante 26 años antes de convertirse en un político tremendamente mediático, el presidente senegalés Abdoluaye Wade simboliza la alternancia política. Un cambio que se plasmó por primera vez en 2000 y se vuelve a confirmar por todo lo alto siete años después, con la más que probable reelección como jefe de Estado de este octogenario, que prometió a sus compatriotas un «Senegal emergente».

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Ya había prometido muchas cosas en el año 2000, provocando quizás expectativas desmesuradas tras cuatro décadas de poder socialista. Pero Wade superó una cierta desilusión popular haciendo creíble la esperanza de una vida mejor para sus compatriotas y, sobre todo, aprovechándose de la desunión de la oposición, que se presentó a los comicios del pasado domingo con nada menos que 15 candidatos. Según los medios que recopilaron los resultados de las 35 comisiones departamentales, el ya presidente logró un 56% de los votos, por delante del ex primer ministro Idrissa Seck, segundo candidato más votado, con un 14% de las preferencias.

Nacido el 29 de mayo de 1926 en Saint-Louis, la antigua capital colonial a orillas del río Senegal, este hijo de un comerciante consiguió una beca para continuar sus estudios en Francia. Primero fue al prestigioso instituto Condorcet de París. Después, a Besançon -donde conoció a su futura esposa, Viviane-, Dijon y Grenoble. Diplomado en Ciencias Económicas, Derecho público y Psicología, Wade volvió a Senegal en 1960, el año de la independencia, para enseñar en la universidad y abrir un bufete de abogados.

En su país natal, se convirtió en asesor internacional, pero luego se lanzó a la política y, durante la presidencia de Leopold Sedar Senghor, creó el Partido Demócrata Senegalés (PDS), de inspiración liberal. Era 1974, y Wade se presentó como un precursor de la oposición no violenta, en un país donde los socialistas reinaban como partido único y en un continente acostumbrado a las alternancias de poder por medio de los golpes de Estado.

Líder carismático y auténtico animal político, se convirtió en el Papa del cambio, pero sólo accedería a la Presidencia en 2000, tras haberlo intentado 50 veces. Ese año terminó por conseguirlo, lo que supuso una alternancia política histórica en un país siempre dirigido por los socialistas desde la independencia.

Padre de dos hijos, Karim y Sindiely, Wade fue detenido y encarcelado en varias ocasiones por el régimen de su predecesor, Abdou Diouf. Y eso que, dejando por un tiempo su papel de opositor, había entrado en dos ocasiones, en 1991 y 1995, en un Gobierno de «amplia base», dirigido por el partido oficialista. «No quiero acceder al poder caminando sobre cadáveres», le gustaba repetir entonces.

Una vez en la Presidencia, este hombre elegante que alterna trajes típicos con atuendos occidentales y cuya biografía detalla diplomas, funciones, distinciones e, incluso, una bibliografía, demostró tener prisa. Mucha prisa. Quizá demasiada, al menos según sus detractores, que subrayan su explosiva forma de ser.

Wade clama, alto y fuerte, que resolvió «en 100 días» el conflicto independentista de Casamance, que duraba desde 1982. Sin embargo, a pesar de un acuerdo global de paz con los rebeldes firmado en 2004, el caso no parece estar resuelto del todo, a pesar de que los combates ahora sólo son esporádicos.

Como presidente ha lanzado una ambiciosa política de «grandes obras», esencialmente en la capital, Dakar, y en sus alrededores. No obstante, al final de su primer septenato, son escasas las que terminó. Aunque sus partidarios señalan que construyó más él en siete años que los socialistas en cuatro décadas.

Wade fue unos de los iniciadores, en 2001, de la Nueva Asociación para al Desarrollo de Africa (NEPAD), una iniciativa destinada a atraer inversores al continente más pobre del mundo. Pero, hasta ahora, el NEPAD ha producido pocos resultados concretos. Eso sí, el presidente fue capaz de aumentar la visibilidad de su país en el escenario africano e, incluso, en el internacional gracias a una actividad diplomática muy eficaz.

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