Forjada en fiestas familiares -su paternidad sigue siendo motivo de debate y disputa-, la vida de la rumba catalana ha sido una sucesión de idas y venidas. Primero llegó Peret, que la sacó de los ambientes más estrictamente gitanos y la acercó al gran público. Su éxito comercial, en los 60, arrastró a otros artistas, pero en la década siguiente las cosas se torcieron para la rumba, lastrada por una imagen que acabó viéndose asociada al españolismo franquista.

Con Peret retirado de la escena musical, fue un músico argentino, el recordado Gato Pérez, quien se encargó de rescatarla, dignificando y enriqueciendo el género. Pero Gato Pérez murió prematuramente y la rumba no volvió a experimentar otro momento de esplendor hasta que llegaron los Juegos Olímpicos, gracias a los cuales pudo entrar en millones de hogares de todo el mundo. Pero aquel también fue un triunfo pasajero y ese particular minuto de gloria no tuvo continuidad en los años siguientes.

Hasta ahora. Quince años después de aquel multitudinario Amigos para siempre de Los Manolos, la rumba catalana vive un nuevo periodo de auge de la mano de una nueva generación de músicos que están incorporando, y de maneras muy diversas, su contagiosa vitalidad a sus proyectos musicales.

Además, dichos artistas no se presentan como un colectivo atomizado y disperso, sino que constituyen todo un movimiento artístico y generacional, hasta el punto que no sólo han entretejido un denso entramado de colaboraciones musicales, sino que también han unido fuerzas creando una Associació d'Amics de la Rumba Catalana, RumbaCat, para la difusión y defensa del género.

Y para acabar de adornar el pastel, el Rey ha vuelto. Después de 11 años de silencio, Pedro Pubill Calaf, Peret, acaba de presentar nuevo trabajo discográfico, Que levante el dedo, desde el cual quiere dejar muy clara la verdadera identidad de un género del que se declara auténtico y único inventor. «Yo creo que, a pesar de todo, la rumba siempre ha estado ahí y que no morirá nunca.No puede hacerlo, porque es un ritmo tan contagioso que en seguida te hace bailar», sentencia.

Antonio Sicus Carbonell, líder de Sabor de Gràcia y presidente de RumbaCat, lleva muchos años defendiendo la rumba catalana y conoce muy bien los problemas por los que ha pasado en los últimos años. «El año 1992 fue un momento muy especial, pero después todo volvió a quedar como escondido. Luego empezaron a aparecer grupos como Estopa u Ojos de Brujo, que venían de otras músicas y que ayudaron a abrir camino. Y detrás de ellos ha comenzado a salir una serie de gente joven que está haciendo rumba y haciéndola de manera diferente. Y ahí es donde está lo bueno, que haya mucha gente trabajando porque eso es lo que mantiene vivo al género», afirma.

De hecho, el panorama no puede ser más alentador. Perdido el temor a fusionarse con otros géneros, la rumba catalana tiene hoy más abanderados que nunca. Desde la elegante y sabia ortodoxia de los Patriarcas de la Rumba, un quinteto de veteranos maestros del género que en 2005 debutaron discográficamente con el imprescindible Cosa Nostra, hasta la última revelación rumbera, La Troba Kung-Fú, capitaneada por el ex Dusminguet Joan Garriga, que el pasado noviembre se estrenaba con un vitalista y ecléctico Clavell morenet.

Por esos mismos días, Sabor de Gràcia se convertía en el primer grupo en llevar rumba catalana al Auditori de Barcelona, donde presentó su último trabajo discográfico, La cançó amb rumba, un álbum en el que el grupo de Sicus Carbonell se ha atrevido a pasar por el ventilador temazos de la nova cançó como L'estaca, L'home estàtic o Qualsevol nit pot sortir el sol.

Siguiendo con el amplio abanico estilístico que enriquece hoy al género, ahí está la triunfal heterodoxia de Ojos de Brujo y Muchachito Bombo Infierno; la juvenil vitalidad de la banda de La Garriga Gertrudis; la rumba-fusión mediterránea de Rauxa, que acaban de debutar con S'ha acabat el seny; o el inclasificable proyecto del ex Brams Francesc Titot Ribera, Dijous Paella. Y luego, para seguir citando, Martingala, Gazpacho, Costo Rico, Jaleo Real, Andreu i els Rumberus, Remendaos y La Simfònica de Gavà, a los que dentro de poco se unirá El tío Carlos, un trío barcelonés que en breve debutará con una propuesta canalla y rumbera.

«Lo que está ocurriendo en estos momentos es muy bueno, porque de pronto nos hemos juntado un montón de gente que venimos de otros géneros y que nos hemos sentido atraídos por esta música.La rumba es un festival y este carácter alegre e integrador que tiene es lo que atrae a tanta gente, tanto músicos como público», comenta Joan Garriga.

Una circunstancia que, precisamente, preocupa particularmente al gran Peret que, inmerso en la promoción de su nuevo trabajo discográfico, advierte sobre la necesidad de definir la auténtica esencia del género y adelanta que tiene en proyecto un libro que será el auténtico abecé del tema. «La esencia de la rumba catalana son las palmas y el ventilador, pero cada tema tiene sus propias palmas y su propio ventilador», explica el músico.

Sicus Carbonell está de acuerdo con este planteamiento, pero también cree que, a partir de aquí, «se pueden ir añadiendo cosas, como unos platos o un acordeón. Cada época tiene su propia evolución y cada uno hace la rumba que quiere». Joan garriga, por su parte, también piensa que «tienen que darse unos determinados elementos para decir que se está haciendo rumba catalana. Pero creo que lo verdaderamente importante es la actitud con la que se aborda el género».

Para los músicos, sin embargo, lo que pesa en estos momentos es la unión del sector para reivindicar, por encima de todo, el reconocimiento de la rumba catalana como música tradicional y autóctona. «La rumba nació en las calles de Barcelona, pero en cambio difícilmente se la identifica como una música de aquí, tal como ocurre con la sardana o la habanera. Ahí está el problema de fondo», destaca Sicus.

Este es el empeño que tiene la asociación RumbaCat, que ya tiene en previsión elevar esta reivindicación ante el Parlament de Cataluña. «Estamos esperando que los políticos se asienten un poco, porque cada vez que empezamos a hablar con uno, lo cambian», argumenta el músico.

Bromas aparte, los objetivos del colectivo son ambiciosos e incluyen conseguir la instauración de un día anual dedicado a la difusión del género, potenciar la marca rumba catalana por todo el mundo y, por supuesto, desarrollar un amplio abanico de actividades de difusión del género. «En estos momentos nos encontramos un 30, un 40% mejor que hace diez años, pero aún nos falta mucho para llegar a la meta», concluye Carbonell.