LAURA FERNANDEZ
BARCELONA.-
El antimoderno no es ni de derechas ni de izquierdas, simplemente no vota. Como dijo Baudelaire, el primer antimoderno de la Historia (si se entiende el antimodernismo como un hecho histórico cuyo pistoletazo de salida tiene que ver con la Revolución Francesa), «yo sólo votaría por mí mismo». Antoine Compagnon, uno de los mayores expertos actuales en literatura, escribió hace un par de años el penúltimo tratado sobre la figura del antimoderno literario que existe. Ahora aterriza en España. Los antimodernos, publicado por Acantilado, pretende arrojar un poco más de luz a tan compleja figura.
«Los antimodernos preferían estar en la retaguardia de la vanguardia.Sin negar la idea del progreso, sentían cierta nostalgia por el pasado, y eso se traducía en su obra. Avanzaban mirando el retrovisor, con melancolía», dice Compagnon. Jean-Paul Sartre dijo que Baudelaire (el autor de Las flores del mal, uno de esos poetas a los que se las ha colgado la etiqueta de malditos) no sólo fue el primer antimoderno sino que creó el concepto de la modernidad literaria. Pero ¿quiere eso decir que el modernismo y el antimodernismo son conceptos franceses? «Durante los siglos XIX y XX hubo una continuidad de representantes de esta corriente estética, entre los que se encuentran Joseph de Maistre, François-René de Chateaubriand, Gustave Flaubert, Émile Zola, André Gide, Marcel Proust y hasta Roland Barthes. Pero existen otros escritores alemanes, sin ir más lejos, como Thomas Mann, o españoles, como Valle-Inclán o Pío Baroja, que también podrían considerarse antimodernos», asegura el estudioso.
El daño que está sufriendo en la actualidad el concepto de progreso impide rastrear las huellas de estos artistas en el presente.«El antimodernismo surgió en un momento en el que a la pregunta de si tus hijos iban a vivir mejor que tú, siempre respondías que sí. Los antimodernos por entonces ya dudaban. El pesimismo era parte importante de su actitud estética. Hoy en día, la respuesta a esa pregunta no está nada clara. El hecho mismo de que haga calor en invierno nos hace pensar lo contrario», argumenta Compagnon.
Los antimodernos son francotiradores. Pueden ser monárquicos o alinearse con la extrema derecha, pero llevar una vida opuesta e incluso participar de manifestaciones en contra de lo que dicen promulgar. Se les considera reaccionarios pero no lo son, o sí, aunque no sin resultar contradictorios. La paradoja manda. La más célebre dice que el moderno auténtico es en realidad un antimoderno.«Dicen que cuando cayó el Muro de Berlín se entró en un nuevo tipo de Modernidad. Por lo que, quizá, los nuevos antimodernos deberían encontrar un nuevo camino. Quizá oponerse a las ideas reinantes y recuperar los valores estéticos del Siglo de las Luces», considera Compagnon.
Los antimodernos tiene una segunda parte con aspecto de diccionario que recoge las historias de los más ilustres antimodernos franceses.Tanto el primero como el segundo han sido éxito de ventas en Francia, hecho que para el estudioso demuestra que «hay un interés vivo por todo este asunto». «Es un concepto histórico pero a la vez universal. Los antimodernos huyen del presente pero a la vez viven más que ningún otro artista en el presente. Este es un concepto más que explotado, lo que hace pensar que podría tratarse de un movimiento universal, que va adaptándose a lo llamado moderno en cada caso», asegura Compagnon que, sin embargo, no es capaz de nombrar a nadie que pueda considerarse antimoderno hoy en día.
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