Viernes, 2 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6284.
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'Cómo estar solo' según Jonathan Franzen
FERRAN MASCARELL

Cómo estar solo

Autor: Jonathan Franzen. / Seix Barral.

Llegué a Jonathan Franzen a través de su libro más galardonado, Las Correcciones, una magnífica novela a la antigua que fue saludada como una de las primeras grandes novelas del siglo XXI. Vendió más de un millón de ejemplares y puso de relieve su talento para la sátira. La sociedad americana contemporánea obtuvo así una de sus retratos más finos, corrosivos y conmovedores. Un libro muy recomendable. Sin embargo quiero hablarles de la última de sus obras, Cómo estar solo, publicada por Seix Barral en el 2003.Nada más hojearlo en mi librería de cabecera supe que era un libro para leer cuanto antes. Y no me defraudó. Aborda el asunto de la individualidad en la cultura contemporánea. El individuo frente a la complejidad de la cultura actual, el ser humano particular frente a una cultura masificada, ruidosa y distraída respecto de las cosas importantes de la existencia.

El libro se compone de 14 ensayos con temáticas tan dispares como la lucha de un hombre -el padre del autor- contra la enfermedad de Alzheimer, las disputas de un escritor con una presentadora televisiva, el significado de las publicaciones de contenido sexual, el funcionamiento de una prisión de máxima seguridad, la toma de posesión de un presidente, las tribulaciones del reparto del correo, las mentiras de la industria del tabaco o el destino de la novela contemporánea.

Éste último tema, el sentido de la novela en el mundo de hoy, es el ensayo más polémico del libro. Franzen plantea abiertamente tres cuestiones de fondo. En primer lugar, la imposibilidad de la escritura y de la lectura en un contexto hiperactivo como el que genera la sociedad actual. En segundo lugar, el desajuste que se produce entre muchas obras literarias comprometidas y la cultura dominante. El autor se pregunta: «¿Por qué mi novela culturalmente más comprometida no logró entroncar con la cultura? Me había propuesto provocar: obtuve 70 reseñas en un vacío».Es decir, el compromiso no vende, y todavía peor, no actúa en la realidad social. En tercer lugar, plantea una pregunta sin respuesta aparente: ¿Dónde encontrar la energía de influir en la cultura cuando la crisis consiste en la imposibilidad de influir en ella?

Franzen pone el dedo en la llaga. ¿Cómo influir en la cultura desde la cultura? Vivimos en un mundo aparentemente cada vez más culto. Sin embargo, la incidencia de algunos de los ámbitos más cultos va siendo cada vez menor. Es el caso de la novela.La novela fue, muy especialmente a lo largo del siglo XIX, un medio primordial de análisis e instrucción social. Hoy no lo es. La ficción fue en el pasado un lugar cultural primordial.En ella autor y lector intentaban comprender cosas sobre como se comportaban los seres humanos, sobre como afrontaban (o evitaban) el sentido de la existencia. Hoy apenas lo es. La televisión ha matado a la novela, dice Franzen. Posiblemente sea verdad.Sin embargo la muerte de un género cultural tampoco no es una novedad. La aparición de un nuevo medio de creación o difusión cultural suele matar -o, mucho mejor dicho, modificar- todo lo anterior. La fotografía modificó la pintura. El cine modificó el teatro. La televisión y, muy especialmente, las series de ficción han modificado la novela. No creo que la hayan matado.Más bien creo que la están modificando. Posiblemente quedará colocada en un lugar menos privilegiado en el amplio abanico de géneros culturales que conviven en el mundo de culturas presenciales y virtuales que nos envuelve. La novela tiene menos autoridad, es cierto, y su situación plantea uno de los males más misteriosos de la cultura actual: la lenta, pero parece que imparable, obsolescencia cultural del arte.

Franzen plantea, pues, de modo inteligente y estimulante uno de los problemas de fondo de nuestra sociedad: la regresión cultural de las artes y muy especialmente de las que fueron bandera de la modernidad. ¿Cómo se construye hoy entonces lo cultural? Quizás resulte que la cultura se hace desde fuera de lo cultural. Quizás la división que se forjó en el siglo pasado entre cultura -entendida como arte-, economía y política está siendo superada por la realidad.

Una realidad ruidosa, en la que es imprescindible aprender a convivir, de nuevo, con uno mismo y con los demás. Una realidad en la que la cultura (sean cuales sean los soportes y canales de transmisión) debe seguir desempeñando la ambiciosa labor de permitirnos construir nuestros relatos de vida individual en un entorno cada vez más complejo y contradictorio.

opinio@ferranmascarell.com

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