Viernes, 2 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6284.
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Las infraestructuras causan una crisis que puede acabar en rebelión

Primero debemos decir que los actos vandálicos del otro día ocupando las vías de tren e impidiendo la circulación de éstos nos parecen una irresponsabilidad ciudadana que ningún medio de comunicación debería alentar, ni defender. Aun entendiendo que los clientes de Renfe puedan estar hasta las narices de cómo funciona esta empresa, no se puede defender una coacción tan inútil y peligrosa, que cualquier día puede acabar con cinco muertos. Dicho esto, nos ponemos al lado de la gente que cada mañana intenta llegar a sus lugares de trabajo y lo hace cuatro horas más tarde. Existe una evidencia: la mayoría de las infraestructuras de acceso a Barcelona son obsoletas, funcionan mal y necesitan mejoras. Sin embargo, en los últimos meses Renfe, AENA e Iberia han dado sobradas pruebas del axioma «cualquier situación mala es susceptible de empeorar». El Gobierno socialista que preside Rodríguez Zapatero y el president Montilla aseguran que la generalización de las incidencias en la red de Cercanías ferroviarias de Barcelona que ocasionan diariamente retrasos y molestias a los ciudadanos no son más que un pequeño peaje para tener a la capital catalana comunicada con Madrid a través de la alta velocidad. Algo que al ciudadano de Martorell que cada día debe acudir a trabajar a Barcelona o viceversa le trae sin cuidado. No estamos sólo ante una cuestión de incompetencia en el servicio. Estamos a las puertas de una rebelión, hasta ahora moderada y sin desgracias, pero que puede acabar en una crisis gubernamental. ¿Qué ocurrirá el día que un tren Rápido se lleve por delante a cuatro personas? El Gobierno debería actuar como en un restaurante. Exclamando: ¡Oído cocina!

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