LAZARO COVADLO
Visité en La Pedrera la exposición La música y el Tercer Reich: de Bayreuth a Terezin, que muestra la relación entre música y nazismo mediante 300 piezas que descubren el uso del arte por el aparato de propaganda hitleriana, comandado por Joseph Goebbels, a la sazón ministro de Información y Propaganda del Régimen.Se exponen las obras plásticas y la música que el credo nazi consideraba representativa del espíritu nacional alemán. Por contraste, también las que tildaba de degeneradas: en alemán entartete Künst (arte degenerado). La paradoja es que la estrafalaria noción de arte degenerado lo acuñó en el siglo XIX Max Nordeau, un judío sionista. Los nazis se adueñaron del concepto y lo esgrimieron contra los artistas judíos y la vanguardia en general.
Otra paradoja -aún más cruel-, el mayor fustigador del arte llamado degenerado fue el ministro Goebbels, que en el momento de la derrota, y antes de suicidarse con su esposa, asesinó a sus seis hijos: Helga, Hildegaard, Helmut, Holde, Hedwig y Heide (todos los nombres comenzaban con la "h" de Hitler). La niña mayor tenía 12 años, la menor no había cumplido los cinco. Fue una especie de entartete happening o criminal perfomance art.
Contemplaba la exposición cuando, por alguno de esos caprichosos nexos que produce la mente merced al fenómeno de las cadenas asociativas, me acordé del gran boxeador alemán Max Schmeling.Permítanme que escriba sobre él, pues para mi desgracia y vergüenza entiendo algo más de boxeo que de música.
A lo largo de su carrera pugilística Schmeling disputó setenta combates, ganando cincuenta y seis y empatando cuatro. En 1936 batió nada menos que a Joe Louis, el más grande entre los grandes, obteniendo así el título mundial de los pesos pesados. Contra su voluntad, ya que Max Schmeling tenía un espíritu liberal y su manager fue un judío, los nazis presentaron su victoria como una evidencia de la inferioridad de la raza negra frente a la supremacía de la aria, incorporando a Schmeling a los íconos germánicos. Tiempo después Schmeling arriesgó su vida para salvar la de una familia judía, a la que durante el pogrom de la noche de los cristales escondió en su suite de hotel. Cuatro meses antes había perdido su título en un nuevo combate contra Joe Louis, que dispuesto a rescatar el orgullo estadounidense y el de la población negra le propinó un alud de puñetazos. La pelea acabó a los dos minutos y cuatro segundos.
A pesar de la derrota Schmeling no perdió popularidad en Alemania, pese a que Hitler no le perdonaba el no haberse afiliado al partido nazi. En venganza lo obligó a alistarse en una compañía suicida de la Wehrmacht. Al terminar la guerra se convirtió en empresario y filántropo. Buen amigo de sus ex rivales, ayudó a Joe Louis en sus momentos difíciles.
Max Schmeling, un gran tipo, no un criminal entartete como Hitler y Goebbels.
Les recomiendo que visiten la exposición en La Pedrera (Passeig de Gràcia y Provença). Se clausura el 27 de mayo.
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