JAVIER VILLAN
'Tres versiones de la vida'
Autora: Yasmina Reza. / Adaptación y dirección: Natalia Menéndez. / Escenografía: Alfonso Barajas. / Intérpretes: Silvia Marsó, José Luis Gil, Joaquín Climent y Carmen Balagué. / Escenario: Teatro Infanta Isabel de Madrid.
Calificación: **
MADRID.- Tres versiones de la vida es una obra de Yasmina Reza sobre las tribulaciones de la pareja, como Arte lo era sobre los altibajos de la amistad. Una extraña epidemia inunda la cartelera últimamente.
Las miserias conyugales, la quemazón incómoda de la inestabilidad de la pareja. O sea, que se está elevando a categoría escénica la erizada anécdota de la cotidianidad; es una especie de existencialismo del sexo y del amor, según el cual la cama o la cocina y el despacho son campos de batalla en el sentido literal del término. Ni siquiera puede aplicárseles el verso del poeta: «A batallas de amor, campos de plumas».
La gente celebra ver en un escenario sus desdichas porque, con la mediación teatral, quizá pierdan virulencia. De todas formas, es un verdadero gozo ver un teatro a rebosar un día laborable, lejos de los fastos y los amiguismos del estreno. Lleno estaba el otro día el Infanta Isabel y ojalá lo esté per saecula saeculorum.
Estas tres versiones de la vida, agridulces y ágiles de diálogo y situación, tienen algo en común: el encanto volátil y risueño de Silvia Marsó, que sale indemne y crecida de cada una de ellas: mujer casada y fascinante, dura y reivindicativa, seductora, coqueta: todo un carácter en cualquiera de sus cometidos.
Cuentan también con el oficio consolidado de Carmen Balagué, rotunda y eficacísima; con la firmeza de José Luis Gil y Joaquín Climent; y con una dirección limpia y transparente de Natalia Menéndez.
Hay también ciertas relaciones de poder que conturban y que mezclan aspiraciones de sexo y seducción con prebendas promisorias de jefe a subalterno. Tres versiones de la vida puede ser ejemplo de la capacidad de una autora para darle la vuelta a una situación y presentar distintas variantes. Y puede ser también todo lo contrario: un agotamiento intelectual, una falta de imaginación que supone insistir sobre la misma idea.
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