Viernes, 2 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6284.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Toros
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen (Willie Brandt)
Haz Click Aquí
 DEPORTES
JACKSON QUIÑONEZ / Atleta español
La esperanza llegada de ultramar
L. F. L.. Enviado especial

BIRMINGHAM.- El martes se presentó en Madrid. «Toc, toc, soy el nuevo». Bajó a la capital con un día de antelación a la salida a Birmingham para recoger su vestimenta. El rojo de la selección, de estreno. Jackson Quiñónez (Esmeralda, Ecuador, 1980) se había levantado a las 7.00 h., un madrugón de adaptación. Deja las sábanas con penar, se desprende de la coqueta almohada y desayuna. Activa a golpes el biorritmo, para a las 10.00 encontrarse a todo pulmón. Un proceso que ha repetido dos veces en los últimos 10 días, pensando en aclimatarse al horario matinal de las eliminatorias de 60 metros vallas, que marcan su bautismo y el inicio de la carrera hacia el podio. Sería esta tarde, y el afectado aplaca: «Quizá sea un poco precipitado todavía hablar de metales».

Publicidad
Se calza zapatillas de internacionalidad; el Europeo de pista cubierta señala el partir de otra vida que trabajó hace casi siete años. Tras fracasar en el intento de ingresar en Harvard (suspendió con un 4 en inglés, necesitaba un 6) echó los papeles al Comité Olímpico Internacional, para la beca de Solidaridad Olímpica. Destino Lleida, y tuvo que buscar en el mapa la ciudad de la que no se ha movido. Si a las siete de la tarde de un domingo se le antoja entrenar, le abren las puertas y le «prenden las luces», que dice él, en el segundo intento de conversación telefónica. El primero se interrumpió por ruido. Jackson estaba viendo el partido del Plus Pujol Lleida, de la Liga LEB (Segunda División de baloncesto).

Conoce a varios jugadores y le tiran las canastas. Llegó a jugar en la selección nacional de Ecuador, donde echó raíces su hermano, y que capitaneó durante un tiempo su tío. Hasta los 16 años frecuentó el parqué, aunque con tendencia creciente a las pistas. De niño probó al béisbol y al fútbol, luego hizo altura y longitud, hasta encontrar acomodo en las vallas, donde su potente 1,90 encuentra mejor traducción. Ocupa el tercer puesto del ranking europeo de la temporada (7.58), o el cuarto, pues hay un empate en esa posición. Tiene opciones de podio, ahora que se cumple algo más de un año de su nacionalización y tiene vía libre para competir este ecuatoriano raro. «Cuando la gente no me conocía me imaginaban chaparrito e indio, como la mayoría de mis compatriotas emigrantes, pero también hay ecuatorianos negros y altos», comenta Quiñónez, de la raza de un 10% del país, ésa que casi monopoliza la selección de fútbol. «La mitad son de mi pueblo y el resto de cerca». En la orilla del Atlántico creció Jackson, nombre importado. «Como todo país tercermundista, copiamos las cosas de América». La frase ya indica algo sobre su conciencia social. No teme charlar sobre Fidel Castro, ni se sonroja al defender Cuba, se asombra de que «no haya ni un solo analfabeto en ese estado del Caribe» y se eriza al ver que, en un país con galápagos y petróleo, el propio, la riqueza queda para un puñado de millonarios.

Pese al discurso, su caso no es de emigración económica. Hijo de un ingeniero agrónomo, sus tres hermanos estudiaron. También él, Fisioterapia, los estudios para los que fue becado en Lleida. Los aparcó temporalmente, una vez que el Barcelona le fichó y el profesionalismo se abrió paso, a golpe de récord. El pasado curso utilizó pronto su nuevo pasaporte y borró el nombre de Javier Moracho, el más resistente de los plusmarquistas. Quiñónez, experimentado en dos Mundiales y unos Juegos Olímpicos, dejó las mejores marcas en 13.34 y 7.56, en 110 y 60 metros vallas, respectivamente. Al invierno atlético corresponde la segunda distancia, que se le ajusta peor, que ha trabajado entre libros.

La tranquilidad adquirida le ha permitido apuntarse a un curso de repaso, anticipando su vuelta a la facultad el próximo octubre. En la pista, su mejora va por la salida. Es de los que llegan con ocho pasos a la primera valla -otros lo hacen en siete, a mayor velocidad y con mayor fatiga-. Esa situación le coloca ante el obstáculo con poco margen de maniobra, lo que obliga a un extra técnico. El otro frente en el que progresa es la reacción, con la ayuda de estudios biomecánicos y de su entrenadora, Ascensión Ibáñez, meticulosa, adicta a la competición como su pupilo, la única mujer que prepara a un atleta español de élite. Si consuma las mejoras indicadas y explota su fuerza y la resistencia, donde sobresale, podría encarar a sus dos ídolos de la especialidad: el francés Doucoure, «un chico que es capaz de tirar todas las vallas sin perder tiempo», y el chino Xiang, «un atleta de seda, perfecto en lo técnico, incluso demasiado, ni se inmuta, como si no existiesen los obstáculos». Con ellos se verá en verano, en el Mundial de Osaka. Bajo los vientos de Birmingham, su rivales tienen menos altura, los mira de frente.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
 publicidad
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad