Viernes, 2 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6284.
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Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen (Willie Brandt)
 ESPAÑA
EL REVÉS DE LA TRAMA
Conforme a la letra de la norma, pero éticamente nefasto
JUSTINO SINOVA

El favor penitenciario que se ha hecho al etarra De Juana Chaos, autor de 25 asesinatos y en la cárcel por delitos de amenazas y enaltecimiento del terrorismo, se apoya en la norma, el Reglamento General Penitenciario, y ha sido validado por el juez correspondiente. No se le podía clasificar en el tercer grado porque el terrorista no había mostrado arrepentimiento activo, ni tampoco se le podía conceder libertad condicional porque no había cumplido la parte requerida de la condena. Se le ha concedido, entonces, prisión atenuada, de acuerdo con el artículo 100.2 del Reglamento, que permite al juez determinar un cumplimiento «flexible» de la pena. Así pues, ateniéndose a la letra de la norma, la cortesía que se ha tenido con el terrorista puede quedar amparada en ella.

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Pero la literalidad de una disposición no es la última validación de una conducta. En la concesión del obsequio al asesino ha habido circunstancias cuando menos sospechosas, si no producto de conductas reprobables, como lo es la falta de contradicción por parte del fiscal antes de la validación por el juez de la decisión política que lo saca de la prisión y lo envía a casa. El fiscal era el único que podía oponerse a la reverencia política ante el asesino pero el fiscal no lo ha hecho y el juez de Vigilancia Penitenciaria ha decidido en su ausencia. Bien es verdad que el juez podía haber mostrado otra firmeza, ordenando, por ejemplo, a los benefactores de De Juana Chaos que en un plazo mínimo le justificaran que no había otro medio para preservar la salud del preso, quien era, como bien sabe todo el mundo, el único que la había puesto en riesgo. Pero al juez único y solo, que ha de decidir contra todo el aparato político del Gobierno y los partidos que le apoyan, hay que entenderle. A veces hay circunstancias insoportables que actúan como presiones.

El resultado de la decisión política próvida con el terrorista aceptada por el juez es que por primera vez en nuestra historia la consigue un preso que se pone voluntariamente en riesgo vital. La instrucción penitenciaria es indulgente con el recluso que se encuentra en grave situación sanitaria por daño o enfermedad sobrevenida y trata de evitar -razón por la que se hizo su última reforma- que un preso enfermo muera en la cárcel. Si pensamos en un enfermo de sida o de cáncer, podemos entender perfectamente el sentido de la norma. Pero el terrorista De Juana no es un enfermo terminal sino un huelguista de hambre más o menos perseverante, que no entra en la casuística prevista, pese a lo cual, y de un modo indudablemente excepcional, se le ha creado un régimen penitenciario especial que le conducirá en breve a su casa.

A estas circunstancias hay que añadir el detalle verdaderamente asombroso de que la gracia al terrorista se le ha concedido sin ni siquiera esperar a conocer el contenido de la última sentencia del Tribunal Supremo que le afecta y el detalle francamente irritante de que se ha consumado el auxilio al asesino cuatro días después de que sus víctimas se concentraran para pedir al Gobierno que no le concediera favores sino que determinara el cumplimiento íntegro de su condena.

Todo esto revela un mundo subterráneo de contactos, negociaciones y consentimientos, a partir del cual el Gobierno ha tomado una decisión políticamente inadecuada y éticamente nefasta, que parece el pago de un precio y que es, en todo caso, una claudicación ante un chantaje. Se ha argumentado, en los prolegómenos de la aceptación del timo que urdió el asesino De Juana, que no había que dejarle ser un mártir. Pero se ha hecho algo peor: se le ha convertido en un héroe. Así fue recibido ayer en San Sebastián y el mundo etarra paseará en los próximos días su hazaña y su victoria. En realidad es una victoria, sí, sobre un Gobierno que no ha sabido resistir.

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