VICTOR DE LA SERNA
ETA no habrá tenido nada que ver con el 11-M, pero tras la excarcelación de De Juana sí que está teniendo que ver, y de forma irrespirable, con el juicio del 11-M.
Luis del Pino, en su muy seguido blog de LibertadDigital.com, veía así la relación: «Si en La Moncloa hay alguien dispuesto a ceder a las pretensiones de los terroristas es porque hace tres años alguien hizo volar cuatro trenes y consiguió el vuelco electoral que las encuestas no auguraban. De Juana sale hoy libre gracias a que un atentado masivo cambió el rumbo de la Historia de España. ¿Es meramente casual esa relación de circunstancias o se trata de una relación de causa-efecto? No lo sabemos aún».
Pero eso, claro, es pura y, para muchos, inaceptable teoría de la conspiración. Ahora bien, si prescindimos de ETA y nos centramos en las fuerzas policiales, cuyo compadreo con los acusados subrayábamos ayer aquí, hasta en las páginas del poco sospechoso El País avanza la impresión de que puede haber algo más grave que ese compadreo.
Una obscena relación con la ley, se titula la crónica de Pablo Ordaz: «Al menos dos de los principales encausados -Zouhier y Trashorras- mantuvieron durante años, y también en las vísperas de la matanza, una relación muy cercana, casi obscena, con policías y guardias civiles. Toda esa vida de coches de lujo y vicios caros fluía sin sobresaltos bajo la mirada complaciente de la autoridad». Y apostilla Ernesto Ekaizer en su columna: «Quizá no pueda excluirse una gota de verdad en un mar de mentiras. A saber: que [Trashorras] sí transmitió datos y un documento falso de El Chino, informaciones sobre hachís, y que la Policía de Avilés sólo demostró interés en esta operación como actividad de estupefacientes. Una vez que salta el tema de los explosivos, aunque se toma nota del mismo, parece que se eleva una muralla china entre drogas y terrorismo».
Alfonso Rojo escribe en ABC sobre Vicios de periodistas para trazar un paralelo curioso con el 11-M: «El autor de la mayor exclusiva de la II Guerra Mundial no estuvo en el frente. Se llamaba William Leonard Laurence. (...) Fue el único periodista del mundo que vio despegar al Enola Gay a Hiroshima y autor de la exclusiva que al día siguiente llenaba 10 páginas del periódico [The New York Times]. Casi como los expertos químicos que pontifican cada mañana sobre los explosivos del 11-M».
Pues sí, casi... Pero a Rojo parece escapársele que en abril de 1945 el general Leslie Groves nombró a Laurence único «periodista oficial» del Proyecto Manhattan, y que a ese trato de favor, no a su habilidad reporteril, debió el ser el solitario testigo.
También hoy y aquí hay periodistas oficiales enchufados a la filtración gubernamental. Los expertos químicos tienen menos suerte.
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