ANA CONDA
QUÉ: Entrega del disco de oro a Shaila Dúrcal por su álbum 'Recordando'
CUANDO: Anoche, en el Buddha Bar
POR QUÉ: La pequeña del clan Morales va muy en serio en su carrera musical
La envidia qué mala es. Pero mala, mala. Yo, mismamente, que soy una santa. Que no pego a los mimos los días en que me encuentro femenina. Que no critico a no ser que me duela un padrastro y entonces vea mi vida al borde de un precipicio. Que soy un amor, en definitiva, yo siento envidia. Pero claro es que, en el caso de Shaila Dúrcal, este pecado venial está total y plenamente justificado. Además, lo mío es envidia high level. Nada de una cosa tonta tipo «mira qué melena tiene ésta» y en un sí y no te veas con una tijerita de podar en una mano y una cabellera en la otra. No, no. Lo mío es peor que lo de Aída robando colonia. Y es que Shaila, la menor de los Morales, se ha convertido en una estrella. Hace dos días estaba la pobre como de atrezzo vestida de rancherita cuando su madre hacía aquellas giras por México que quitaban el sentido. Pues toma ahora con Shaila. Además de estar monísima con un vestido abullonado de lentejuelas tipo Rabanne, canta y ojo cómo canta. Te diré que con su álbum Recordando, en el que hace un recorrido por los éxitos de su madre, ha puesto la piel de pollo a media España. En el Buddha Bar estaba servidora para entregarle su disco de oro pero claro como la niña es tan alta, me sustituyeron porque quedaba pelín raída en la foto. No sabéis lo que he llorado. Tenía que haber dejado a mummy que me hubiera metido unos clavitos en las articulaciones con el artilugio ése de mechar el redondo de cerdo, que le sale riquísimo. No estuve a la altura. Ni de Carmen ni de Antonio Morales los hermanísimos. Ni siquiera de Vania Millán y su peinado bob. Si acaso a la de su novio Dorio, el mexicanito muy menudito él. Y para de contar: nadie más celebró el éxito de Shaila. Lo que digo: la envidia es muy mala.
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