Como una carambola del destino, todo comenzó hace una semana en un vagón de la línea 11 del Straßenbahn (metro exterior) de Leipzig (Alemania) para acabar, en la madrugada del jueves, ante un convoy de la misma línea.
Tras una caza al hombre por los alrededores de la ciudad, con cientos de policías, perros, caballos, cámaras térmicas de vídeo y helicópteros, Uwe Koblig, el presunto asesino del niño de 9 años Mitja Hoffman era detenido tras intentar suicidarse lanzándose al metro, que circulaba a 40 kilómetros por hora. Sin embargo, su decisión desesperada no fructificó y su cuerpo, aún vivo, fue lanzado a 15 metros, donde poco después era detenido. «No sé por qué, pero sabía que era él», comentó el maquinista a la edición digital del diario Die Welt.
La imagen de Koblig sonriendo junto a un risueño Mitja en un vagón, tomada por las cámaras de seguridad, ha escandalizado en los últimos días a la sociedad alemana, que no se puede explicar cómo un hombre con numerosos antecedentes de pederastia, desde los 17 años, podía andar libremente por la calle. Un día después de la desaparición del niño su cuerpo aparecía, con una bolsa de plástico en la cabeza, en una parcela propiedad de su supuesto secuestrador, y con síntomas de abusos sexuales.
«Ya no sabía qué hacer y decidió acabar su huida de esa manera», señalaba ayer en rueda de prensa el jefe de policía de Leipzig, Rof Müller. Esta fuente señaló que Koblig se encuentra en estado grave pero que no se teme por su vida. Aún no se le ha interrogado. Se da la casualidad de que el lugar donde se lanzó al metro, Schkeuditz, se encuentra a escasos metros de su vivienda y del jardín de su propiedad en el que se encontró el cuerpo de Mitja. Por ello los medios policiales especulaban ayer con que Koblig intentaba llegar en zig-zag a su casa, pese a la vigilancia.
Según Müller, que ayer admitió no saber dónde se ha escondido el fugado durante los últimos siete días, el cerco se había estrechado tanto que el sospechoso decidió suicidarse. «Sólo era cuestión de tiempo», añadió. Conocidos los problemas que Koblig sufría por su adicción al alcohol, al igual que fumaba compulsivamente, las autoridades vigilaban con especial atención las tiendas de las afueras y las escasas máquinas expendedoras de tabaco situadas en la calle.
Sin embargo, las pesquisas para dar con el sospechoso se extendieron hasta Bitterfeld (en el vecino estado federado de Sajonia-Anhalt), a unos 30 kilómetros de Leipzig, y donde el hombre, hasta ayer en búsqueda y captura, disponía de familia.
Mitja era dado por desaparecido el jueves. Por alguna razón que se desconoce, abandonó la escuela a la que había sido llevado por sus padres, que tienen otros siete hijos, y tomó el metro para regresar a su casa. Las escalofriantes imágenes junto a su, a todas luces asesino, se producían cuando aún le quedaban dos estaciones para llegar a su casa.
Ayer tanto el ministro de Justicia regional de Baviera, el conservador Beate Merk (Unión Socialcristiana, CSU), como su homólogo de Turingia, Harald Schliemann (Unión Cristianodemócrata, CDU), exigían una especial vigilancia sobre los condenados por delitos sexuales contra menores y el mantenimiento de las terapias una vez excarcelados. El también ministro de Justicia del land de Sajonia, Geert Mackenroth (CDU), llegaba un poco más lejos en sus propuestas y abogaba por endurecer las penas contra los pederastas en unas declaraciones al periódico Sächsischen Zeitung.
Por su parte, Bernd Merbitz, un responsable policial sajón, informó ayer de que en el jardín de Koblig han sido hallados un buen número de huesos. De momento se desconoce si se trata de restos animales o humanos, aseguró esta fuente, que destacó que tampoco se ha localizado el lugar exacto donde fue asesinado Mitja Hoffman.
«La familia del pequeño Mitja se siente muy aliviada de que por fin la incertidumbre haya terminado», señalaba ayer la abogada de los padres del niño asesinado, Ina Alexandra Tust. Por expreso deseo de sus clientes, añadió, el cuerpo será enterrado en una ceremonia privada sin publicidad.