ARCADI ESPADA
Navego entre arrecifes de una violencia verbal obscena y suprema, triunfante. De Juana ha salido en una ambulancia en dirección a un hospital vasco y el asunto empieza a comentarse en los foros internáuticos. Es imprescindible que alguien se ponga (quizá sean necesarios muchos) a realizar una taxonomía del insulto español. Sus tópicos. Sus estrategias. Sus tabús. Sólo ha faltado, además, que, casi coincidiendo con su excarcelación, se difundiera la noticia de un presunto careo íntimo entre el preso y su novia. Un hombre, si esto es un hombre, condenado por decenas de asesinatos. Reducido por su huelga de hambre a un kilo por asesinato. Más o menos. Esas fotografías de esqueleto con sonda atado al lecho. Sin olvidar la comida, por supuesto. La comida es muy importante en este asunto. Está la especial querencia vasca, desde luego. Pero también las gambas u otros crustáceos euforizantes que el asesino decía comerse después de sus crímenes. Sexo, comida y muerte. Un altar muy barroco.
Era previsible que un pútrido horror de estas características organizase un incendio. El incendio internáutico hay que tratar de situarlo en sus dimensiones. Lo organiza un número reducido de personas (más reducido de lo que parece) y su extensión y virulencia se basan en el anonimato. Pero ni una ni otra característica aconsejan ignorarlo. La democracia está repleta de actos anónimos (el voto, el primero) y las minorías siempre juegan un importante papel de yesca. El caso de De Juana es sólo un pequeño preámbulo de lo que vendrá. Al fin y al cabo se trata de un asesino que ha cumplido su pena: la pena puede parecer leve y los beneficios del antiguo código penal hirientes. Pero no ha salido a la calle en cumplimiento de un pacto político explícito, como el que puede suponerse que esté en el acabamiento terrorista negociado. Por supuesto no me estoy inventando nada: todos los que claman porque la negociación con los terroristas no incluya un precio político admiten el beneficio penitenciario. Pues sólo tienen que teclear un poco para descubrir el paisaje que ha abierto el primer beneficio.
Sin el acuerdo del Partido Popular no hay ninguna posibilidad de seguir adelante. Me es absolutamente indiferente si las razones del Partido Popular son justas. Aun en el caso de que no lo fueran, en el caso de que ese partido sólo pretendiera la manipulación del terrorismo en beneficio propio, las consecuencias serían las mismas: una sociedad dividida no puede negociar ni la rendición ni la paz. Como máximo, sobrevivir. En esta sucia drôle de guerre.
(Coda: «Drôle de guerre (guerra de broma) es el periodo de la Segunda Guerra Mundial que discurre entre la declaración de guerra de los aliados a Alemania, el 3 de septiembre de 1939, y la invasión nazi de Francia el 10 de mayo de 1940. Recibió este sobrenombre del periodista Roland Dorgelès». (Fuente: wikipedia.fr)
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