FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
El último libro de Luis del Pino, 11-M. Golpe de régimen, publicado por la Esfera de los libros, tiene muchas virtudes. La mayoría, voluntarias: sencillez expresiva, elocuencia ática, elegancia en la llaneza, voluntad expositiva y pedagógica, no dar nada por sabido nunca, y pensar siempre en el lector primerizo o mareado por la confusión promovida por los beneficiarios y administradores del 11-M.
Hay otra virtud que, ahora que a los componentes de este Gobierno salido de la manipulación de la masacre les ha dado por hacer citas líricas, cabe resaltar para ilustración de Bermejinski: decía Isidore Ducasse, o sea, Lautréamont, que su voluntad poética era convertir su obra en «una publicación permanente». Eso le está pasando a Luis del Pino, que distribuye su tiempo entre la investigación y la divulgación, con el feliz pero trabajoso problema de que aún no ha publicado un libro y ya sus propias investigaciones le están obligando a escribir la continuación. Y lo que no averigua él, lo produce la realidad, siempre imprevisible. Por ejemplo, la hazaña del juez Gómez Bermúdez ordenando el análisis de los explosivos, que ha hundido definitivamente la versión oficial del 11-M.
Lo más llamativo, en mi opinión, de este libro es la descripción minuciosa, sencilla y pormenorizada de todas las pruebas falsas plantadas en la manipulación de la opinión pública desde la mañana del mismo día de la masacre hasta la conclusión del sumario-restario del juez Del Olmo, prodigio de incompetencia no exento de malicia. Las cuatro grandes trolas, antes del descubrimiento del DNT, eran la furgoneta Kangoo, el Skoda Fabia, la mochila de Vallecas y el dizque suicidio de Leganés. Si la patología sectaria que aflige a la izquierda y la cobardía patológica que padece la derecha no embargara las meninges de tanta gente, bastaría leerse las primeras 70 páginas del libro en las que se detallan las mentiras perpetradas por cierta Policía, cierta guardia civil y cierto CNI para concluir el primer acto de esta farsa y pasar al segundo acto, que es o debería ser el de la denuncia de la intoxicación masiva de la opinión pública y la intencionada contaminación informativa de Polanco, Vocento y compañía.
Ni siquiera en el caso de los GAL se llegó tan lejos en la estafa informativa, la manipulación programada y la mentira al por mayor. Pero quizás lo peor de esa saga del embuste, entre el género fantástico y el de terror, es que no ha terminado. Al revés, va a más y a más y a más. La aparición del DNT -que habrá chocado a muchos pero dudo de que haya sorprendido a Sánchez Manzano-, está llevando a una aceleración en el Imperio de la Trola que obliga a los ciudadanos decentes a intensificar sus esfuerzos para informarse y para que no los desinformen. El nuevo libro de Luis del Pino es ideal para empezar a caerse del guindo.
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