Alberto Fernández Díaz presentó ayer oficialmente su candidatura a la alcaldía de Barcelona con un mitin en el corazón de la ciudad. Sostenido sobre los pilares que su partido ha marcado para las municipales del 27 de mayo, el aspirante del Partido Popular prometió hacer de la capital catalana «una ciudad de ley y de orden», en contraste con la «jauja» de Joan Clos y de su relevo en la plaza de Sant Jaume, Jordi Hereu.
Más de 500 personas -algunas se quedaron en la puerta- se acercaron ayer al Palau de la Música para arropar al candidato. Los asistentes, observados por dos grandes carteles electorales donde se leía el maragallista lema de precampaña de Férnandez Díaz -Hay futuro.Ahora, Alberto, en castellano y en catalán-, se caldearon con el portavoz municipal popular, Jordi Cornet, y con el presidente del partido en Cataluña, Josep Piqué, antes de que el alcaldable pronunciara un discurso largo, denso y más prolijo que encendido.
Las prioridades para el PP son cuatro en toda España de cara a la próxima cita con las urnas. A saber: los impuestos, la seguridad ciudadana, la inmigración y el acceso a la vivienda. Fernández Díaz se detuvo en todas ellas, y salpimentó sus propuestas con algunas frases para el aplauso de los fieles populares -muy animados ayer, pese a la edad provecta de la mayoría- y para los titulares.Por ejemplo, que «el cambio en Barcelona es posible, si se moviliza tod el mundo». «Yo no quiero sólo crecer, quiero gobernar y ganar.En dos elecciones municipales diferentes, con un concejal del PP más se habría cambiado el Gobierno de la ciudad», aseguró.
El candidato popular quiso dejar claro desde el primer momento que no está dispuesto a ser un político «políticamente correcto», y, por ello, algunas de las medidas que propuso son difíciles de escuchar con esa crudeza incluso en un mitin. Por ejemplo, la de «desokupar Barcelona de okupas, y su Gobierno de concejales antisistema», en clara referencia a la principal representante de ICV en el Ayuntamiento, Inma Mayol.
Al resto de enemigos políticos también les dedicó Fernández Díaz algunas críticas. Se cebó con el alcalde y candidato socialista, Jordi Hereu, del que recordó su pasado como concejal responsable de Movilidad y Seguridad. «Ahora dice que con él Barcelona no será jauja, pero es que ya tenía grandes responsabilidades en el mandato de Clos. Ya confundió en su momento Barcelona con Las Vegas, poniendo tragaperras en vez de parquímetros», dijo, recordando el papel de Jordi Hereu en la implantación del área verde.
Tampoco quedó libre de críticas el candidato de CiU, Xavier Trias, con quien presumiblemente gobernaría si entre los nacionalistas y el PP consiguen que el tripartito municipal no sume: «Ellos siempre dicen que el cambio en Barcelona es CiU, pero esta vez la gran novedad será la subida del PP. Yo, a diferencia de Trias, no suspiro por pactar con ERC».
Propuso como primera medida si llega al Ayuntamiento «un plan municipal de inmigración políticamente no correcto, porque, aunque el corazón diga que aquí cabe todo el mundo, la cabeza dice que sólo necesitamos inmigración legal, con derechos y deberes, que entre por la puerta y no rompiendo la ventana».
Como adelanto de lo que será la campaña, Fernández Díaz dio especial importancia a la seguridad de los ciudadanos. Tras criticar que la Guardia Urbana ha hecho en la última legislatura «1.300.000 millones de horas extra», propuso ampliar el cuerpo: «Y no sólo eso, la Guardia Urbana no va a parar de detener a gamberros y delincuentes».
En cuanto al drama de la vivienda, la principal preocupación de los barceloneses según las últimas encuestas, el candidato del PP prometió facilitar el acceso a ella de la «clase media», con «más vivienda social para las rentas más modestas», y la creación de una «agencia publica de alquiler en Barcelona» para que el propietario «alquile con seguridad».
También alertó de que «hay gente que dice que la inmigración impide» que sus hijos accedan «a una plaza de guardería, a una escuela pública o a una vivienda pública».