MARÇAL SINTES
«¡¡Queremos ese tren, queremos ese tren!!», chillaban los usuarios que en la noche del miércoles cortaron a la brava la vía en la estación de Paseo de Gràcia. Insospechadamente, la señora de la limpieza se había erigido en portavoz de Renfe e intentaba que desalojaran, hasta que el maquinista -«yo también quiero irme a casa», mascullaba el buen hombre- decidió bajarse del tren y ponerse manos a la obra. Tras sus gestiones con no se sabe qué responsables, pudo anunciar con satisfacción apenas contenida: «¡Vámonos todos para casa, venga!», a lo que la muchedumbre replicó con aplausos de agradecimiento y sincera aclamación: ¡¡¡Bieeennn!!! Todos montaron y el convoy arrancó por fin.
La estampa, tercermundista y real, ilustra la mezcla de desconcierto, cabreo general e improvisación que envuelve el servicio de Cercanías.Para el día siguiente, jueves, estaba convocada, por una parte, la jornada de protesta -no pagar el billete- a cargo, entre otros, de un colectivo de ciudadanos con el expresivo nombre de Usuaris farts de la Renfe, así como la visita de José Luis Rodríguez Zapatero a Cataluña para decir algo sobre el clamoroso problema de infraestructuras -sobre todo Renfe y El Prat- que empieza a convertirse en una enorme bola de nieve que amenaza las aspiraciones socialistas en las elecciones municipales. Además, para el día 22 está previsto el acto -apuesto a que va ser un éxito- de Fomento del Trabajo, Cámara de Comercio, IESE y el RACC, a la que siguen sumándose entidades, para exigir un trato justo para el aeropuerto.
Usuarios de Renfe en pie de guerra, sectores del mundo de la empresa movilizándose como ya no se recuerda... ¿Qué está ocurriendo?, y nuestros políticos, ¿dónde están?, ¿qué demonios hacen? Una muestra la tuvimos también el jueves. Se votó en el Parlament una moción que urgía el traspaso a la Generalitat de Cercanías de Renfe, contemplado en el Estatut. Resultado: el tripartito -pese el apoyo de Joan Puigcercós als Usuaris farts de Renfe-, que no; CiU y PP, que sí; Ciutadans, abstención. El curioso tanteo es fruto (otra vez) de la política pequeña, de la politiquería, que contribuye a ahogarnos y que tanto perjuicio nos está poniendo a los catalanes, y lo que te rondaré morena
¿Y qué hizo Zapatero? Soltar unas cuantas de sus bonitas frases huecas, derramar la confitura de albaricoque que le encanta derramar.Por la tarde, un comunicado del presidente Montilla se confesaba encantado con el albaricoque. La incógnita es hasta cuándo Zapatero y Montilla van a poder seguir echando miel en el vinagre o en la hiel. Eso irrita aún más a los usuarios de Renfe, a los sectores económicos y a todo el mundo. Parte del malestar nace precisamente de ahí: del pánico a la indefensión, de la hiriente sospecha de que Montilla no está haciendo lo que hay que hacer. Los socialistas se han pasado la vida jurando que entre Cataluña y España no tenía por qué haber problemas ni desencuentros, que todo eso era artificial y provocado por nacionalistas derechones de ambas orillas del Ebro. Desde la oposición era fácil negar la entidad de tensiones entre el Estado y una Cataluña con identidad e intereses propios. También canturrear canciones dulcemente infantiles como aquella que decía que «si gana Zapatero, gana Cataluña», etcétera.Pero luego uno se encarama al poder y la realidad empieza a tirarle pesadamente de la americana.
|