DANIEL G. SASTRE
José Montilla (Iznájar, 15 de enero de 1955) trata de sortear estos días los primeros escollos en su relación con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Estaba claro que, tarde o temprano, se le plantearía la disyuntiva, y ha llegado con el caos que se ha organizado en las Cercanías de Renfe desde que se prepara la llegada del AVE a Barcelona: o los intereses de Cataluña, o los intereses del PSOE. Los aliados del PSC en la Generalitat, ERC e ICV, criticaron sin ambages la visita del pasado miércoles de Zapatero por sus titubeos a la hora de proponer soluciones a los problemas ferroviarios, y también por la poca luz que arrojó sobre el futuro de la Terminal Sur de El Prat.
El PP y CiU, que llevaba esperando este momento desde que empezó la legislatura, no han tardado en escandalizarse ante la reacción del presidente del Gobierno a los problemas catalanes en infraestructuras.Aunque, hasta el momento, Montilla ha sabido contener el alma irredenta de ERC y la voz del Ejecutivo catalán ha sonado uniforme, las declaraciones del portavoz republicano, Joan Ridao, tachando la visita del presidente de «decepcionante» y criticando su «falta de compromiso» evidencian que a su partido cada vez le cuesta más justificar ante su electorado y militancia ciertas concesiones a los socialistas.
El problema para Montilla es que es más que posible que el ejercicio de funambulismo que está obligado a hacer dure toda la legislatura.Porque los enfrentamientos entre los partidos catalanes -especialmente, pero no únicamente, los de la oposición- y el Gobierno central se multiplicarán desde que, a principios de esta semana, se creara la primera de las comisiones que debe desarrollar el Estatut.Cualquier enfrentamiento será explotado por el PP en el resto de España; cualquier concesión le costará sudores a Montilla con sus socios en el Govern.
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