BARCELONA CIFEC 34
SG FLENSBURG 29
PALAU BLAUGRANA. 5.000 ESPECTADORES.
Arbitros: Bord y Buy (FRA)Parciales: 3-3, 4-5, 6-7, 10-8, 12-10, 14-12 (descanso), 17-14, 19-15, 21-17, 23-20, 27-23, 34-29.
BARCELONA.- Xesco Espar es un magnífico psicólogo. Siempre consigue que todos crean lo que él quiere. Su poder de sugestión es abrumador.Es una lástima que haya perdido la autoridad ante una plantilla en algunos casos aburguesada -y por lo tanto protestona y caprichosa- y en otros falta de carácter; y también que haya agotado el crédito de sus jefes, Masip y O'Callaghan. Espar es un genial teórico del balonmano, pero le falta mano dura y eso le costará el cargo en junio. Y se irá por la puerta de atrás. Hundido, desprestigiado y con un equipo -si no lo remedia- en el punto más bajo de los últimos lustros. El billete directo al paraíso que era ganar la Liga de Campeones es desde ayer pura ceniza. Sólo lograr una plaza para la próxima edición, lo que antes era una perogrullada y ahora es un reto, impedirá que una mala temporada desemboque en un fracaso histórico.
Espar es un magnífico psicológo porque había sido capaz de conseguir que todos creyeran que la remontada era posible, que la gesta heroica de enjugar los diez goles de renta que tenía el Flensburg era una cuestión que solamente dependía del Barça. Querer, transmitió Espar, es poder. Y todos le creyeron. Nadie como él en el mundo del balonmano sabe manipular las ilusiones colectivas con argumentos tan racionales. Su idea era ir sumando parciales. Marcharse de tres, por ejemplo, aguantar el marcador y luego dar otra machada de tres tantos, y otros tres, y así hasta llegar a los 11 necesarios.Si el Barça defendía bien, el contragolpe fulgurante de Tomás y Juanín se encargaría del resto.
¿Cómo no iba a ser capaz el Barça de levantar diez goles, cuando en aquella eliminatoria ante el Vezsprem había que remontar la misma desventaja y se logró en tan sólo 20 minutos antológicos? Pues porque este Barça no es aquél y, no menos importante, aquel Fotex Vezsprem no es este Flensburg-Handewitt. Aquel Barça jamás habría perdido 15 balones en 30 minutos, como hizo el de ayer.Y es más: aquel Palau Blaugrana, olla de tremenda presión, nunca hubiera dejado que los fondos estuvieran vacíos y que los cánticos de los aficionados alemanes retumbaran sacrílegamente por las paredes del templo.
Y lo curioso, rayano incluso en la paradoja, es que el Barça pudo remontar la eliminatoria. Estuvo en su temblorosa mano durante muchos minutos. Y en el momento en que desaprovechó sus oportunidades, casi una decena, demostró que no merecía disputar las semifinales y aspirar al trono europeo. Nunca los de Espar ganaron por más de cinco goles, y sin embargo parecía que la gesta era posible, porque el Flensburg, equipo de intachable pedigrí, tiritó como un flan cada vez que el Barça sacó el orgullo y el nervio que le ha convertido en el mejor equipo de la historia.
Pero el Barça tardó demasiado en reaccionar (23 minutos para marcharse de cuatro, 12-8). Luego el Flensburg se resarció (12-10), y así, escapada y neutralización, nueva escapada y nueva caza, como en el ciclismo, durante 55 minutos. Todo pura impotencia, con balones al palo y penaltis clave parados por un inmenso Boldsen.Los últimos minutos fueron la agonía de un sueño imposible, con Christiansen expulsado por golpear a Skribic, para mayor dramatismo e indignación.
El Barça hizo aguas en defensa y su ataque fluyó por un colador, lento y escaso. Ayer se firmó, para dolor de muchos, el final de un proyecto.