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 CRONICA
TRADICION / COMO MANDA EL CORAN
ZAKARIA ENTIERRA SIN FÉRETRO
CONTROLA el cementerio musulmán más antiguo de España, en Granada, uno de los cuatro exclusivamente islámicos. El millón de practicantes que vive en nuestro país se enfrenta al problema de dónde enterrar en la tierra, sin ataúd
JUAN C. DE LA CAL

Podría haber sido uno de los días más felices de su vida. Las notas finales del curso fueron impecables. Pero Mohamed, 11 años, no pudo enseñárselas a su padre. Hassane Belayachi, marroquí casado con una española, había muerto un par de meses antes en Francia en un accidente de trabajo. Su cuerpo reposa ahora en el cementerio musulmán de Granada. Y fue allí, sobre la tierra removida, donde el niño dejó el papel con las notas que su papá nunca vio...

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El escrito está amarillento y permanece sujeto por una piedra.Ha resistido los fuertes vientos de este invierno que bajan desde Sierra Nevada. Por lo menos después de muerto Belayachi tuvo cierta suerte. Como residía en Granada, recibió el privilegio de ser enterrado en la Dehesa del Generalife, la montaña que domina La Alhambra, donde se ubica el más antiguo camposanto musulmán de España.

Eso significa que su cadáver fue depositado en la misma tierra -De ella os hemos creado, a ella os devolveremos, reza el Corán- sobre el costado derecho, mirando hacia la Meca -en este caso el pico Veleta, cumbre de Sierra Nevada-, y con cuidado porque, como dijo Mahoma: «romper el hueso de un muerto es como romperlo de un vivo». Todo un lujo para los tiempos que corren en comunidades como Valencia, donde se exige féretro para no contravenir la normativa sanitaria o Barcelona donde sólo les reservan nichos, algo prohibido, junto a la incineración, por el Islam.

Creado en plena Guerra Civil por Franco para dar sepultura a los miembros de su guardia mora, el cementerio alberga unas 150 tumbas. Y, como mucho, queda espacio para otras tantas más. Son muy sencillas. La mayoría -hay bastantes de niños- son apenas pequeños montones de tierra rodeados de piedras.

Muchas, como mandó el Profeta, no tienen nombre, ni están enlucidas, ni llevan adorno alguno (flores incluidas). Sólo la de Muhamad Asad, un erudito austriaco convertido al Islam, tiene una lápida de mármol. Otras apuntan la fecha del calendario musulmán -ahora estamos en el 1428 de la Hégira-, o alguna sura del Corán: Tú que eres alma tranquila, regresa al Señor Complaciente y entra en mi jardín...

«No es mucho espacio para los 12.000 musulmanes que vivimos en Granada. Aunque la media de edad sea joven todavía, en unos años encontrar sitio para enterrarlos puede ser un gran problema.Y ya lo es para los que no viven en la ciudad porque el convenio con el Ayuntamiento nos impide acoger a gente de fuera», asegura Zakaria Maza, presidente de la Comunidad Musulmana de la Mezquita del Temor de Alá, encargada del control del cementerio.

Las llamadas para conseguir una última morada aquí son continuas.Y no sólo de los musulmanes de la provincia. La posibilidad de ser enterrado tan cerca del gran símbolo del esplendor de la mítica Al Andalus ha hecho que muchos mahometanos de medio mundo lo hayan intentado. Algunos se han empadronado en Granada sólo por eso y otros, los menos, esperan el barrunto de la muerte para venir.

Zakaria -cordobés de nacimiento y de nombre cristiano Manuel antes de convertirse al Islam hace más de 30 años- es el hombre que coge siempre el teléfono para explicarles todas estas dificultades.También es el encargado del mantenimiento del cementerio, la persona que cela para que las notas del pequeño Mohamed no se vuelen, el que autoriza los enterramientos y, muchas veces, el primero en coger el pico y la pala para ayudar a cavar el agujero.

«A pesar de ser una instalación municipal, y de que el Ayuntamiento se comprometió a su mantenimiento, no tenemos agua ni luz. Cada vez que se muere alguien es un número. A los cadáveres tenemos que lavarlos en las propias casas o en las cocheras de las funerarias con una manguera. Tampoco tenemos agua para hacer la masa. Y para cavar el hoyo alquilamos un generador donde conectar el martillo percutor. Porque el terreno es granito puro y nos dejamos el alma cuando lo hacemos a mano», explica Zakaria.

Los musulmanes de Granada llevan años reclamando estas mejoras básicas. A pesar de pagar unos 1.500 euros anuales de impuestos al Ayuntamiento -12 euros por tumba-, las redes de abastecimiento se acaban justo cien metros más abajo, en el cementerio cristiano, moderno, amplio y dotado de la última tecnología. El pasado año se aprobó un convenio entre el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de la ciudad y el Patronato de la Alhambra donde se contempla una inversión de 600.000 euros para reformar el cementerio, lo que lo convertirá en el más preparado de Europa para cumplir todos los requisitos del Islam.

«Es necesario reparar toda la valla para que no se cuelen los chavales por las noches. Casi todos los años hay casos de vandalismo e, incluso, en determinadas fechas se registran ceremonias satánicas.También es necesario construir unos lavatorios donde podamos limpiar al difunto el número impar de veces que manda el Corán e impregnar con alcanfor las siete partes del cuerpo que se postran ante Dios en la oración -frente, manos, rodillas y dedos de los pies- antes de envolverlo en un sudario», añade Zakaria.

Las dificultades por las que atraviesa el cementerio ilustra las quejas del millón largo de musulmanes que vive en España para encontrar sepultura como Alá manda. El suelo que actualmente existe para recoger sus cuerpos, y sin contar con los de Ceuta y Melilla, se resume en estos cuatro exclusivamente islámicos -Córdoba, Fuengirola, Griñón y Granada-, más las pequeñas secciones de cementerios cristianos de grandes capitales: Sevilla, Benalmádena, Valencia, Barcelona...

Para conseguir ese espacio, el Gobierno está trabajando, a través de la Dirección de Asuntos Religiosos, para que los Ayuntamientos cedan terrenos donde los musulmanes puedan enterrar a sus muertos.«Como la mayoría son extranjeros, repatrían los cadáveres a su país gastándose un montón de dinero. Hay muchos bancos que ya ofrecen seguros específicos para este fin. Pero considerando que la población musulmana en España es muy joven, el problema va a ser acuciante en 20 años. Tenemos que prepararnos», recuerda Félix Herrero, presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, FEERI.

Ésta también será la preocupación de Mohamed, el niño de las notas, cuando crezca: ¿dónde y cómo descansarán sus restos si algún día se va de Granada?...


¿Y LOS CHINOS?

¿Alguien ha visto esquelas de chinos? ¿Y tumbas? En internet se asegura alegremente que no las hay porque no se mueren. Pero sí. Sólo que la costumbre de anunciar los óbitos en un diario es occidental. Una prueba la encontramos en el cementerio madrileño de Carabanchel Sur donde hay tres chinos enterrados. Ana y Age Lin, dos niños muertos en un incendio. Cerca (cuartel 15, manzana 42) yace Baoyu Wu Zhou. Murió con 48 años y su familia pidió que lo orientaran al este, «para que mire al sol cuando amanezca». En los tres casos hay una foto. Costumbre china. Y una lápida con los nombres grabados en su lengua. No muy lejos están las tumbas evangelistas, las más ostentosas. «Ahora todas las religiones entierran a sus muertos en cualquier cementerio», dice un operario, «son civiles, no hay diferenciación». En La Almudena, parte del cementerio civil sigue reservada a los hebreos. La nota común entre todas las confesiones es que cada vez más optan por incinerar a sus muertos: cristianos (católicos y protestantes), budistas (asiáticos, hindúes), judíos... Los que no reclama nadie reposan en áreas caritativas. También allí están enterradas las personas sin recursos, como los dos pequeños chinos. Nadie sabe qué fue de sus padres. De vez en cuando, una mujer visita sus lápidas y deja flores de tela. / S. M.

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