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 CRONICA
VIOLENCIA / EL CASO DE LOPERA Y DEL NIDO
Los esperpentos para Sevilla
FRANCISCO ROBLES

El choque. El día D de la batalla campal en el campo del Betis, Manuel Chaves impuso la medalla de Andalucía a José León, presidente de adorno del Betis, mientras el leonino Lopera, dueño real del equipo, asistía al acto en una butaca del teatro de la Maestranza.Eso fue al mediodía. Por la noche los políticos se quedaron en casa para no participar en el espectáculo que se barruntaba.Del Nido sufrió en su rostro el impacto de una moneda, un hecho que daría pie para una reflexión al estilo de Lázaro de Tormes: lo que te hace rico también puede hacerte daño. Tal vez le doliera más la obligación de sentarse en el palco ante el busto que rima con el congénito mal gusto de su enemigo Lopera. Con el botellazo a Juande Ramos se traspasaron las líneas rojas y verdiblancas.Para rematar el cuadro, los energúmenos que ignoran la Convención de Ginebra porque lo suyo es tomarla con minúscula apedrearon la ambulancia donde se recuperaba el entrenador sevillista, algo que no sucede ni en las guerras.

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Sevilla es una ciudad dual que se dividió entre los partidarios de Pompeyo y Julio César cuando aún era Híspalis, y que luego tomó partido por Belmonte o Joselito, por Triana o la Macarena, por el Sevilla o el Betis. Estas confrontaciones han ido degenerando hasta llegar a la estética friqui que no necesita los espejos del callejón del Gato para dibujar el esperpento: en una ciudad que ha dado durante el siglo XVII la mejor imaginería barroca del mundo, se instala el busto de Lopera en el palco para provocar a Del Nido.

El busto de Lopera es una muestra más del modus loperandi con que actúa un antiguo prestamista que vendía lavadoras a plazos, o que asistía a las subastas del juzgado para llevarse lo que otros no podían pagar a precio de saldo. En aquella época todavía era Manuel Ruiz Avalo: lo de Lopera lo añadió con el tiempo, como hiciera Bécquer al rebuscar entre los apellidos de sus abuelos.«Yo veo los billetes detrás de las paredes», confiesa este hombre dotado para los negocios que parafrasea a Neruda cuando se le pregunta por sus aficiones literarias: «Confieso que no he leído».Lopera se enriqueció gracias a las penurias que la gente humilde vivió en el franquismo, cogió el tren del desarrollo y de los modos de hacer dinero durante la Dictadura, y se instaló en una posición dominante a salvo de críticas. Hasta no hace mucho era un personaje temido en Sevilla, como lo fue Del Nido cuando en su juventud se dedicaba a pasear por la ciudad junto a sus hermanos de Fuerza Nueva.

José María del Nido Benavente fue, en sus tiempos mozos, un habitual de los actos que encadenaban los cachorros que añoraban, paradójicamente, un régimen que apenas habían conocido. Brillante estudiante de Derecho, desde el primer momento tuvo claro que sus objetivos eran dos: el fútbol y el dinero. Como Lopera pero con estudios, que diría un castizo. Del Nido se convirtió en el abogado del Ayuntamiento de Marbella, al que le pasó en los dorados tiempos de Gil unas minutas tan elevadas que levantaron sospechas: el Colegio de Abogados de Málaga dio el visto bueno. En Marbella se pronuncia una frase cuando se cierran los despachos para firmar las paces: «Señores, vamos a llevarnos bien... lo que haya que llevarse». Ahora es el abogado de Julián Muñoz, alias Cachuli o Pantojo.

Lopera sigue viviendo en el barrio popular de su infancia pero en un casoplón con paredes alicatadas de azulejos que cuenta con un teatrito donde se estrenó en su día un pasodoble que lleva su nombre. El generoso Donmanué le regaló a la joven cupletista un abrigo y unos aguinaldos: ni Rafael Azcona habría diseñado una escena así para una película de Berlanga. Lopera tiene, además, un habla propia. Dice «a la misma vez», come «asandías» en verano y presume de que la avenida donde radica su semiestadio está «acolapsá». Decimos semiestadio porque le ha puesto su nombre a pesar de que sólo ha construido la mitad. Por contra, Del Nido es un cursi que llama al Sevilla FC la «entidad» y no ahorra ni una palabra para referirse al «campeonato nacional de liga».

Lopera y Del Nido, al que el primero llama Benavente para meterle el dedo en el ojo del apellido paterno, han chocado por mil y una causas. Están hechos de la misma pasta, en todos los sentidos del término, incluido el pecuniario. Del Nido es un provocador nato que desprecia a Lopera. El dueño del Betis interpone a Pepe León, presidente de adorno, y a su propio sobrino para que el presidente sevillista se quede con las ganas del choque. «Tienes la misma cara de maricón que tu tío», le espetó al sobrino loperiano en el penúltimo derby. Algo que es falso, ya que Lopera no es homosexual por mucho que lo griten sus enemigos.

Después vinieron los empujones por las escaleras y la ruptura de relaciones entre clubes -Lopera dice los cluzs- y la intervención del presidente Chaves para calmar los ánimos. A la vista está el éxito conseguido por la todopoderosa Junta de Andalucía. Un patético intercambio de cartas enviadas por la Federación Española de Fútbol puso el colofón a unas negociaciones que nadie sabía por dónde iban. Al final llegó el botellazo para cerrar el penúltimo acto de una tragicomedia que provoca la risa amarga de Quevedo.Lopera y Del Nido son dos apuntes carpetovetónicos de Cela, dos personajes de Berlanga, dos maneras de entender el esperpento según Valle-Inclán. Las dos caras del mismo billete. /

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