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 CRONICA
TERESA DE CALCUTA TIENE SUCESOR
Y ES ESPAÑOL. El Vaticano quiere que el padre Angel se convierta en el icono católico de la solidaridad. Aprovecha sus amistades con personajes como el Rey para favorecer a sus 15.000 niños
JOSÉ MANUEL VIDAL

Los grandes ojos de Josué se clavaron en el hombre vestido de blanco que le hablaba, sonreía y le tendía los brazos. Desde sus 4 años tristes, Josué callaba. Se quedó mudo. Hasta que el padre Angel le susurró: «Josué, es el Papa». Y, como llevaba la lección bien aprendida, el niño se puso a gritar con su lengua de trapo: «¡Viva el Papa!». Pero, al ver que Benedicto XVI se acercaba más y le tendía las manos, recuperó de inmediato su grito de guerra favorito: «ta» que, en su jerga significa no.«Ta, ta», repitió enfadado cuando el Papa quiso acariciar su «cabeza de plástico».

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Josué perdió parte del cráneo y los dedos de la mano en un incendio ocasionado por una mina antipersona en El Salvador, que mató a su madre. Y se quedó sólo en el mundo, sin dedos, sin parte del cráneo, lleno de quemaduras y con dolores insufribles. El padre Angel lo recogió y se lo trajo a su casa para curarlo.Desde hace un par de años es su «niño», al que mima «como todos los abuelos», dice, para justificarse.

Benedicto XVI desistió de acariciarlo y el padre Angel tuvo que resumir en unos segundos el drama de Josué y de los demás «niños de la guerra» que le acompañaban. «Bendíganos, Santidad», suplicó el religioso asturiano. Y el Papa le dijo: «Os bendigo para que sigáis siendo mensajeros de la paz». Josué, ya más tranquilo, volvió a gritar: «¡Viva el Papa!». Mientras Santos, salvadoreño con parálisis cerebral, cantaba «volando voy, volando vengo».Y los niños de Benin miraban con ojos atónitos al Papa y a su séquito. Porque fue rodeado de niños como Angel García acudió, hace dos semanas, a su gran cita en el Vaticano.

En España le llaman el ángel de la paz, jugando con su nombre y con la ONG que fundó hace 46 años. Ahora, Roma quiere convertir al presidente de Mensajeros de la Paz en el icono católico de la solidaridad, el sucesor de la Madre Teresa de Calcuta. Habemus Santo. Lo que no es poco para un humilde cura de la Asturias minera que lleva 46 años haciendo la guerra a la soledad y a la tristeza con el amor y el optimismo.

El espaldarazo vaticano se escenificó hace dos semanas en Roma. La ciudad del Vaticano se abrió como por arte de magia para el padre Angel. Entró con sus niños en los jardines, recorrió el sendero por el que pasea el Papa cada tarde a las cuatro, rezó ante la copia de la gruta de Lourdes, que el obispo de Tarbes regaló a Juan Pablo II, y subió hasta lo más alto, una torre del siglo XIII donde lo recibió el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone. Así le ratificaba como el nuevo icono eclesial de la caridad solidaria.

El espaldarazo espiritual llegó en forma de misa, concelebrada con monseñor Comastri, el arcipreste de la Basílica de San Pedro.Nada menos que en la cripta vaticana, junto a la tumba de Juan Pablo II, que tanto le apreciaba.

Y, al día siguiente, la consagración pública. La portada del Osservatore Romano del 14 de febrero abría con una gran foto de Benedicto XVI y Josué diciéndole «ta». Una foto que ratificaba ante toda la cristiandad el espaldarazo Vaticano al padre Angel y a sus mensajeros. «Está clarísimo en esta sucesión de gestos que el Vaticano apuesta por el padre Angel», dice el hermano José Luis Martínez, quien lleva más de 30 años en Roma y fue boticario del Papa.

Y el mensaje corrió veloz. Esa misma tarde, Francisco Vázquez, embajador de España ante la Santa Sede, recibía calurosamente al padre Angel y a sus niños. «Esta embajada es la prueba viviente de las hondas raíces cristianas de España y gente como usted, un orgullo para nosotros», brindaba el embajador. Y Josué correteaba por los inmensos salones con tapices hermosísimos y bustos de Bernini. Hasta se sentó en la silla del trono. Como un rey con casco blanco.

El mensaje Vaticano no tardó en llegar a España. El cardenal Rouco mantiene hilo directo con Roma y, el lunes siguiente, recibió al padre Angel en su propia casa. Y, ante los niños, dejó que le saliese su vena de párroco de pueblo: se tiró en el suelo a jugar con Josué y, después, entonó para los negritos de Benin el Angelitos negros de Machín. Y ofreció al padre Angel todo su apoyo. Roma locuta, causa finita.

PROFETA

Porque el padre Angel no siempre contó con el apoyo incondicional de la jerarquía eclesiástica española. Quizás porque, además de cura, es un profeta. Y los profetas siempre son incómodos, porque denuncian las injusticias y no se casan con nadie. Uno de sus avales fue, desde los comienzos, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, entonces obispo de Oviedo. Su relación con él tuvo un peculiar comienzo.

Al parecer, uno de los chavales que el padre Angel tenía bajo su custodia entró a robar en el obispado. El secretario del prelado montó en cólera y se lo contó a su superior «para que llamara al orden» a ese cura revoltoso. «Pero el cardenal, lejos de echarme una reprimenda, dijo que lo lógico era perdonar, que él también le hubiera ocultado de la Policía. Desde entonces, me ayudó siempre».Tanto que le daba lo que ganaba con los libros que escribía, para que abriera nuevos hogares de acogida, o le pagaba las facturas de la luz. Quizás ya viese, entonces, Tarancón que aquel curita joven iba para figura.

Tras la muerte de la Madre Teresa, la Iglesia necesita nuevos iconos solidarios en clave católica. No puede ser Vicente Ferrer, un ex jesuita casado. Ni el obispo Pedro Casaldáliga, demasiado rojo para Roma. El padre Angel, en cambio, está a medio camino entre la denuncia profética de Casaldáliga y el anuncio de la Madre Teresa. Él suele autodefinirse como un cura volante, porque nunca tuvo una parroquia. Este asturiano, de Rebollada (Mieres), de 69 años, lleva casi cinco décadas dedicado en cuerpo y alma a cuidar de los más indefensos: los hijos de la marginación social. Y, dice él con su permanente sonrisa, «voy a morirme defendiendo a los niños y a los ancianos de la crueldad del mundo».

Nació en plena posguerra, durante los años del hambre, cuando los maquis luchaban en los montes asturianos contra la Dictadura.Su padre, obrero en una fábrica, y su madre, costurera, no podían proporcionarle una carrera. Como en tantas otras familias de esa época, una salida para dar formación a los hijos era el seminario.Y allí se fue el joven Angel para quedarse muchos años.

Fueron tiempos de estudio (mucho latín y griego, pocas matemáticas y ningún inglés) y de oración. Los aprendices de cura se levantaban a las 7 y lo primero que hacían era media hora de meditación.Después, misa. El desayuno era un taza de chocolate ahumado con bromuro y algo de mermelada.

VOCACION

«No puedo decir cuándo me vino la vocación religiosa.Supongo que de la necesidad de hacer el bien a los demás, de estar con los que más ayuda requerían». Este planteamiento de su vida no era abstracto. En sus vacaciones, en vez de volver a su pueblo, con la familia, el seminarista Angel pasaba las semanas entre chabolas de gitanos y pomarales (campos de manzanas) con los niños de los peones.

Desde el principio tuvo claro que lo suyo no era encerrarse en una parroquia a dar misas «ni a mojarme en agua bendita». «Cada uno tiene un objetivo y el mío no era ése», se justifica. Así que, al cumplir 25 años, tras acabar Teología y ordenarse cura, salió del seminario con una idea muy clara: dedicar su vida a dar cariño.

Él explica que ese rumbo lo tomó el día que se enteró de que unos golfillos habían salido de la cárcel y no tenían dónde ir.Entonces era capellán de las OJE (Organización Juvenil Española) y de la JOC (Juventud Obrera Cristiana). Pensó que con las ayudas que consiguiera del primer grupo -en el que se trataba con los mandos de la estructura administrativa del franquismo- haría que «la gente bien de Oviedo aflojara los bolsillos para mis niños pobres». Así logró alquilar la primera casa de acogida para niños desvalidos, y fundar, con la colaboración de su compañero Angel Silva, la asociación ovetense Cruz de los Angeles. Con rifas, tómbolas y ayudas de los fieles, su pequeña obra fue creciendo y consolidándose. Hasta que, en 1972, Angel Silva se casó. El otro Angel fue a Madrid, y decidió ampliar el negocio. Nacía Mensajeros de la Paz.

En la actualidad (factura 90 millones de euros al año) más de 15.000 niños reciben cariño y atención en los 200 hogares repartidos por todo el mundo. Y unos 8.000 ancianos, alivio para su soledad.Su actividad ha ido diversificándose con proyectos y recursos destinados a la protección y mejora de la calidad de vida de otros sectores sociales vulnerables, como discapacitados físicos y psíquicos, mujeres víctimas de la violencia doméstica, inmigrantes, etc. En los últimos años, una de las preocupaciones principales del padre Angel son los mayores. Ha creado residencias de ancianos, centros de día y otros proyectos. Son sus «otros niños», con los que sintoniza tanto, que, dicen sus colaboradores, «se los lleva de calle». Y eso que el sacerdote es un hombre más bien tímido, reservado e inquieto. «Siempre tiene que estar haciendo algo», dicen sus colaboradores, que se las ven y se las desean para hacerle cambiar de corbata o acertar con un regalo. O para seguir su ritmo.

IDOLOS

No bebe alcohol ni fuma. Le encanta el arroz con leche y su fijador para el pelo, cano pero revoltoso. Sus ídolos se llaman Pedro Casaldáliga, el obispo emérito de los indígenas del Matto Grosso, y San Juan Bosco, su maestro. Delante del reclinatorio en el que reza todas las mañanas hay un cartel con un eslogan que resume su vida: «Sólo me arrodillo ante Dios y ante los niños».

Sus detractores le reprochan que no vaya de sotana («ahuyenta a la gente», dice él), que defienda posturas morales abiertas como la utilización del preservativo («es un deber para evitar el SIDA») y que sea amigo de Ana Botella. «Soy amigo de ella y de Aznar, pero también lo soy de Felipe y de Bono. Soy su amigo, pero también les canto mis verdades». A todos los pone a favor de sus obras.

En su despacho, encima de su mesa, está la imagen de la Santina, en madera, obra del escultor asturiano Antonio Palau. Y muchas fotos (Papas, los Reyes, Felipe González, Pedro Casaldáliga...).Pero la foto que siempre va con él es la de uno de los primeros niños que acogió en su casa, un morenito con un avión en la mano.La quiere tanto que se ha convertido en el símbolo de Mensajeros.

Un día, el rey Juan Carlos le preguntó: «¿Qué puedo hacer por vosotros?». Y el padre Angel le contestó: «Majestad, venga a visitar una de nuestras casas, coja un niño de sida y lléveselo con usted de vacaciones o a pasar un día en la Zarzuela con la Familia Real». Esta misma petición se la hizo al nuncio de Su Santidad en España y hasta al Papa. «Por los niños, lo que sea», dice sonriendo.

Fue premio Príncipe de Asturias en 1995 por una llamativa campaña para acoger a niños con deficiencias psíquicas. El lema de aquella campaña es uno de sus eslóganes favoritos: «Le querrás más que a un hijo».

Y sigue a la última. En el universo virtual de Second Life hay, desde diciembre, un niño negro. Se llama MensajerosDeLaPaz Jubilee, está en la calle de este mundo virtual junto a su caja de cartón.A su lado, un cartel que dice: «Ayuda a un niño a tener una segunda oportunidad en su primera vida». Cuando alguien se acerca y le habla, Jubilee contesta y pide a la gente un donativo y que visite la página de Mensajeros... Hasta en la Red pesca el padre Angel.Y es que al asturiano le encanta la gente que se moja. Pertenece a esa casta especial de curas independientes y comprometidos, de los que van quedando menos. El ángel de la guarda de niños y ancianos abandonados. Alguno ha expirado en sus brazos, sin el aliento de una madre, pero con el cariño de este ángel de la guarda, que acompaña sus pasos hacia la eternidad.

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