JOANA MORILLAS
Cuando Alejandro Sanz reconoció públicamente en diciembre que era el padre de Alexander pensó que el asunto sería flor de un día. Se equivocó. Los focos se posaron sobre la madre del pequeño.Hasta entonces, Valeria Rivera vivía con sus dos hijos, Génesis y Alexander, en la misma casa de Miami donde reside hoy y trabajaba en el mundo de la moda, ya como diseñadora, ya como colaboradora de la agencia Code Management. Experta en cabello y maquillaje, por sus manos han pasado estrellas como Ricky Martin o Chayanne y por un día de trabajo cobra 3.500 dólares.
El posado de la diseñadora en ¡Hola! con algunas de sus creaciones el pasado mes de febrero ha reportado notable publicidad gratuita a su firma, Rivera & Rivera. El aluvión de visitantes a la página web de la empresa que siguió les ha ocasionado el problema de tener que encontrar fabricantes que puedan confeccionar sus diseños a tiempo para entregarlos al cliente. A esos menesteres ha dedicado Valeria los 125.000 euros que cobró de la revista.
Ella dice que todo sigue igual. «¿En qué ha cambiado mi vida desde que Alejandro envió el comunicado? En nada. Sigo viviendo en la misma casa de siempre. Mis amigos son los de toda la vida y continúo trabajando 12 horas al día», asegura a Crónica. «Nunca he pedido nada a Alejandro. Jamás pasó por mi cabeza ir a los medios a explicar mi historia. Alejandro es mi amigo. Cuando estuve en Tenerife me ofrecieron 200.000 euros por acudir a un plató de TV y dije que no».
A día de hoy, la comunicación entre Sanz y Rivera es más bien escasa. Miguel Angel Arenas El Capi, productor y amigo de Sanz, lo tiene claro: «Valeria es el sueño americano. Sabe lo que cuesta ganar un dólar. No cambiará su proyecto de vida por nada. Alejandro lo sabe, y la adora, pero no puede comprarla porque no tiene precio».
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