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 CULTURA
RECORRIDO EN FLORENCIA / El Palacio Strozzi muestra más de 50 obras que reunieron Paolo Fabbri y Alexander Loeser / Como plato fuerte, 'Cena en casa con Simón', recuperado 60 años después de su desaparición
Una exposición recupera al Cézanne que fascinó a sus más devotos coleccionistas
IRENE HDEZ. VELASCO / Corresponsal

ROMA.- Paul Cézanne (1839-1906) es venerado, desde hace mucho tiempo y con absoluto merecimiento, como uno de los grandes genios de la historia del arte y padre indiscutible de la pintura moderna.Pero ésa es una distinción que sólo le llegó después de muerto.En vida, este pintor experimental y solitario sufrió el desprecio absoluto de la inmensa mayoría de la crítica y de casi todo el público. Sin embargo, hubo dos jóvenes coleccionistas estadounidenses que siempre creyeron a pies juntillas en su talento como creador, contribuyendo de manera fundamental a su afirmación como artista y a su posterior consagración: Egisto Paolo Fabbri y Charles Alexander Loeser.

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Entre los dos reunieron más de medio centenar de obras de Cézanne, incluidas algunas de las más bellas, que después colgaron en sus magníficas villas florentinas. Se trataba de la más importante colección de Cézanne que existía en la época e iba en clara contracorriente con los gustos estéticos del momento, ya que la grandeza de este artista sólo sería reconocida por la crítica y el público muchos años después.

De aquella particular relación nace ahora la muestra Cézanne en Florencia, una exposición que acaba de abrir sus puertas al público en la Fundación Palacio Strozzi de la ciudad toscana (donde, por cierto, Cézanne jamás puso el pie) y que hasta el próximo 29 de julio exhibe algunas de las más significativas obras del maestro de Aix- en-Provence que formaban parte de las colecciones de Egisto Paolo Fabbri y Charles Alexander Loeser.Incluido el cuadro Cena en casa de Simón, una copia libre del famoso lienzo del mismo nombre -obra de Paolo Veronese- realizada por Cézanne en sus años de juventud y del que no se tenían noticias desde hace 60 años.

El cuadro, una de las aproximadamente 30 obras de Cézanne pertenecientes a Egisto Paolo Fabbri, ha sido descubierto recientemente en una colección privada italiana por la historiadora de arte Francesca Bardazzi, estudiosa del artista francés y comisaria de esta exposición junto a Carlo Sisi, director de la Galería de Arte moderno del Palacio Pitti de Florencia.

Se trata de un óleo de pequeñas dimensiones (29 x 61 centímetros) del que no se tenían noticias desde hace exactamente 62 años, cuando en 1945 fue expuesto al público en el Palacio Pitti en una muestra que llevaba por título La pintura francesa en Florencia.A partir de ahí se había perdido el rastro y, dado que no aparecía ilustrado en el catálogo de aquella exposición ni en las grandes recopilaciones de la obra de Cézanne, no había muchas esperanzas de encontrarlo. Sin embargo, y después de más de medio siglo en la sombra, esa obra ha salido a la luz.

«El cuadro probablemente fue realizado entre 1860 y 1870», explica Bardazzi. «Pertenece por tanto al periodo juvenil del artista, cuando Cézanne frecuentaba el museo del Louvre para copiar obras maestras del pasado, en particular las de pintores italianos y venecianos». En aquel periodo Cézanne vivía en París, hasta que en 1970 fue obligado a abandonar la ciudad al desatarse la guerra entre Francia y Prusia. Sus obras de aquella época pertenecen al que se ha llamado su «periodo oscuro», y la copia de Veronese que ahora ha sido hallada entra de lleno en esa categoría, dado el uso que en la misma se observa de los colores sombríos.

Pero este pequeño cuadro no es el único hallazgo que se ha realizado a raíz de esta exposición. Además, junto a la copia de Cena en casa de Simón, han sido encontrados dos importantes documentos: una carta original escrita en 1899 por Paul Cézanne a Egisto Paolo Fabbri y una foto de época que retrata al artista junto al pintor impresionista Camillo Pissarro. Ambas piezas se exhiben ahora al público en Florencia, junto con cerca de un centenar de obras de las cuales una veintena fueron realizadas por Cézanne (incluidos trabajos tan conocidos como Madame Cézanne en sillón rojo o Bañistas) e importantes lienzos de Pissarro, Van Gogh, Sargent, Denis, Casta, Weir o La Farge, artistas todos ellos con los cuales Fabbri estaba en contacto.

Las obras reunidas en Florencia proceden de algunas de las más importantes colecciones internacionales de arte, incluidas las del Metropolitan Museum de Nueva York, la Thyssen Bornemisza, la Casa Blanca, la National Gallery y la Royal Academy de Londres, el Ermitage de San Petersburgo, la National Gallery of Art de Washington, la Galería de Arte Moderno de Roma y de Florencia, el Boston Museum of Fine Arts


Dos ricachones americanos

Dos ricachones americanos fueron los principales coleccionistas de Cézanne. Egisto Paolo Fabbri, que llegó a poseer 32 obras del maestro francés, era miembro de una familia de emigrados italianos en Estados Unidos que, gracias al indiscutible olfato empresarial de un tío suyo (que llegó a ser socio del banquero J. P. Morgan), logró amasar una extraordinaria fortuna.

Fabbri (Nueva York 1866-Florencia 1933) estudió pintura en Nueva York, en la escuela de Julian Alden Weir, uno de los primeros pintores americanos que conoció y apreció el moderno lenguaje impresionista. Y que le educó para hacerle valorar también a él aquel estilo que por aquellos años ya despuntaba en Europa.

Fue en 1896 cuando Egisto Paolo Fabbri compró las primeras pinturas de Cézanne al famoso galerista parisino Ambroise Vollard. A pesar de que por aquel entonces Cézanne era denostado por la mayoría de la crítica, Fabbri enseguida adivinó que se trataba de un genio. Su admiración por él era tal que en 1899 le escribió una carta en la que le indicaba su deseo de conocerlo, para lo cual se mostraba dispuesto a viajar a Aix-en-Provence. Pero a pesar de que por aquel entonces Fabbri ya poseía 16 obras de Cézanne, el artista, con su ya legendaria hosquedad, se negó a que se celebrara el encuentro.

Charles Loeser (Nueva York 1864- Florencia 1928), otro joven y opulento americano de la generación de Fabbri, también intuyó la grandeza del pintor de Aix-en-Provence. En 1896 ya había comprado a Ambroise Vollard los primeros paisajes de Cézanne y en 1890 (cinco años después de que lo hiciera Fabbri) se trasladó a vivir a Florencia a instancias de un antiguo compañero de Harvard, Bernard Berenson.

Loeser llegó a reunir un total de 15 obras de Paul Cézanne en su colección de arte, en la que también destacaban valiosas muestras de arte antiguo.

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