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 CULTURA
Irène Némirovsky, bajo sospecha
Especialistas en la autora de 'Suite francesa' debaten sobre su posible antisemitismo pese a que era judía
STUART JEFFRIES / The Guardian / EL MUNDO

LONDRES.- Cuando Suite francesa, de Irène Némirovsky, se publicó en inglés el año pasado, algo se dejó fuera. Sólo se omitieron varias líneas de la introducción para la edición francesa que había aparecido dos años antes. Nada que menguara el sorprendente logro de la novela de esta autora que describe la vida en un pueblo francés bajo la ocupación nazi. Nada que desautorizara las clamorosas críticas y el éxito de ventas arrollador de la novela.

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Nada mancilló tampoco la historia de la extraordinaria aparición del libro, tras permanecer 50 años escondido en un desván francés, ni la narración de los trágicos últimos años de Némirovsky, una mujer judía nacida en Kiev y establecida en Francia con su rica familia tras la Revolución Rusa, que se convirtió en una celebridad literaria en el París de los años 30. Una mujer a la que se le denegó la nacionalidad francesa poco después de que estallara la II Guerra Mundial, y que en 1942 fue deportada a Auschwitz, donde murió como apátrida judía de 39 años. Durante décadas, el manuscrito de la obra maestra había permanecido en una maleta que le dio a su hija Denise cuando fue arrestada.

Lo que faltaba en la edición de British Chatto & Windus -no en la española, publicada por Salamandra en 2005- era un pasaje en el que Miriam Anissimov sugería que Némirovsky era una judía que odiaba a los propios judíos, acusaciones que han avivado un debate trasatlántico. «Era una judía a la que no le gustaban los otros judíos», escribió el novelista Paul La Farge en el importante sitio web literario judío-americano Nextbook, «y, sin embargo, fue asesinada por seres humanos que odiaban a los judíos con una violencia que ella era incapaz de imaginar».

No obstante, otros, como la escritora Carmen Callil, gran defensora de Némirovsky, rechazan con rotundidad la acusación: «La única razón por la que estamos teniendo esta conversación es porque nuestra cultura, hoy en día, está dominada por la corrección política. No es cierto que no le gustaran los judíos. No le gustaban algunos judíos y eso es muy diferente».

Párrafo suprimido

El párrafo suprimido de Anissimov cuenta otra historia distinta.«¡Cuánto odio hacia su propio pueblo revelan sus escritos!», así empieza. «Ella asume la idea de que los judíos pertenecen a una 'raza' diferente y menos digna, y que los indicios exteriores se reconocen con facilidad: pelo encrespado, narices aguileñas, manos sudorosas, tez morena, gruesos rizos negros, dientes torcidos...Por no mencionar su amor a hacer dinero, su afán de lucha, su histeria...»

Quizá el párrafo se omitió porque es estrictamente irrelevante, ya que no aparecen judíos en Suite francesa. La novela se centra en parisinos que huyen de los nazis. Esto podría explicarse por los peligrosísimos tiempos en que se redactó el libro; cuando Némirovsky escribió Suite francesa, tras la caída de Francia, ella también intentaba protegerse contra la legislación antisemita, según la cual ya no podía publicar y su marido ya no podía trabajar.Solicitó ayuda a amigos, algunos de ellos de derechas, y otros (aunque parezca increíble) antisemitas. Pero no le prestaron apoyo. En tal circunstancia, crear personajes judíos habría equivalido a jugar con fuego.

Las pruebas obtenidas de su vida pueden considerarse condenatorias o desesperadas: escribió a Marshall Pétain, jefe del Gobierno de Vichy, afirmando que, a pesar de ser judía de nacimiento, a ella misma le desagradaban los judíos y, por tanto, debería recibir un trato especial. Pero lo que escribió son pruebas muy poco contundentes: al enfrentarse no sólo a su propia deportación, sino también a la de su marido Michel y sus dos hijas, Denise y Elisabeth, algunos podrían alegar que Némirovsky tenía razones para escribir cualquier cosa que pudiera evitarlo.

Asimismo, su marido escribió desesperadamente al embajador alemán en París después del arresto de Irène, suplicando que la dejaran libre: «Aunque mi esposa es de ascendencia judía, no habla de los judíos con ningún afecto en sus obras». La carta no salvó a su mujer. Murió de tifus en Auschwitz el 17 de agosto de 1942.Michel fue arrestado y asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz el 6 de noviembre.

Jonathan Weiss, biógrafo de Némirovsky, comenta: «En mi opinión, es correcto afirmar que estaba distanciada de sus raíces judías, pero describirla como una persona que odiaba a los judíos es ir muy lejos».

La teoría se mantiene. Por ejemplo, la entrada de Némirovsky en la versión francesa de Wikipedia hace un retrato así de desfavorecedor de ella: «Se convirtió al catolicismo el 2 de febrero de 1939 y colaboró en las revistas antisemitas Candide y Gringoire, antes y después de la II Guerra Mundial.

Sandra Smith, la traductora inglesa de Suite francesa, considera la acusación absurda: «En esa época, todo el mundo publicaba en esas revistas de derecha. Pero no todos compartían las mismas ideas políticas». Aun así, cuando los libros de Némirovsky se publicaban por entregas en Gringoire, eran aclamados por gacetilleros antisemitas que los usaban para reforzar sus argumentos cuando despotricaban contra los judíos.

La primera novela de Némirovsky, David Golder, escrita en 1929, cuando la autora tenía 26 años, cuenta la historia de un hombre de negocios judío que nació en la pobreza en el Mar Negro y que amasa una fabulosa fortuna especulando con oro y petróleo. El retrato de ese hombre vacío espiritualmente parece hecho a medida, deliberadamente o no, para los prejuicios antisemitas.

En un pasaje de la obra, Golder y Soifer pasean por la Rue des Rosier en París, tanto entonces como en la actualidad un barrio judío. «Es un sucio barrio judío, ¿verdad?», comenta Soifer.«¿No te trae ningún recuerdo?». «Ninguno bueno», responde Golder.Pero este fragmento, que podría ser considerado como antisemita, debería ser visto de la misma forma en que Patrick Marnham, que escribió la introducción para David Golder, lo describe: «Refleja el mundo de los exiliados judíos del París de los años 20, sin sentimentalismos, amargo y negro».

La escritora Carmen Callil escribió un artículo para The Guardian sobre Némirovsky y «su talento especial para conseguir que sus personajes se sientan como reales, por muy infames, codiciosos y estúpidos que sean».

Esto provocó una réplica por parte del biógrafo Mark Bostridge, que acusó a Callil de ignorar que «Némirovsky se había relacionado con políticos franceses de la extrema derecha, muchos de los cuales eran antisemitas, y esperaba que ellos pudieran protegerla.En cambio, la abandonaron a su suerte en Auschwitz.

Callil afirma: «La clave sobre Némirovsky y otros como ella es que había muchos judíos que pertenecían al mundo literario, que pusieron sus esperanzas en Francia y se equivocaron al hacerlo, como luego se pudo comprobar.

Para Callil, David Golder es un retrato humano. «Hay miles de judíos desagradables. La cuestión es que la gente tiene que dejar de tratarlos como algo sagrado», opina, frente a Norman Lebrecht, que en el London Evening Standard analiza al personaje como el producto de una imaginación antisemita.

De hecho, pocos años después de la triunfal publicación de David Golder, la autora dijo en una entrevista en Les Nouvelles litteraires que no habría escrito David Golder de la misma forma tras la subida al poder de Hitler porque su desagradable retrato de un judío habría instigado a los nazis antisemitas.

Por entonces, el caso Stavisky conmocionó a Francia. «Serge Stavisky», escribe Marnham, «podría haber salido directamente de las páginas de David Golder». Era un estafador judío nacido en Kiev que hizo fortuna en París expidiendo falsos bonos y sobornando a jueces y políticos. Cuando se le descubrió, se suicidó, provocando disturbios y la caída de dos gobiernos. Como el caso Dreyfus, Stavisky volvió a reavivar el antisemitismo francés que se fue intensificando a medida que la década transcurría.

¿Por qué se convirtió Némirovsky al catolicismo? Es la gran pregunta.¿Tanto odiaba su identidad judía? Jonathan Weiss afirma: «Mi opinión al respecto es que fue muy sincera. No significa que dejara a un lado su identidad judía, sino que fue más como una conversión de 'judíos por Jesús'». No hay nada, afirma Weiss, que sugiera que se odiara a sí misma por ser judía.

Sandra Smith sostiene, por su parte, que Némirovsky vilipendiaba a los católicos incluso más que a los judíos en Suite francesa, donde describe a la rica madame Péricand huyendo de París por los nazis e impidiendo a sus hijos que dieran bombones o dulces a la gente que encontraban en el camino y que se estaba muriendo de hambre. Némirovsky escribe: «Renunció a la caridad cristiana, a la compasión de siglos de civilización, como si fueran adornos inútiles, mostrando su árida alma desnuda. Necesitaba alimentar y proteger a sus hijos. Nada más le importaba».

Pero quizá esto no prueba que sea anticatólica, al igual que David Golder no ofrece pruebas concluyentes del antisemitismo de su autora. Lo que más interesa a Némirovsky es la forma, a veces mezquina, como se comporta la gente sobre todo en situaciones extremas.

Dicho esto, los acuerdos a los que llegara con antisemitas en Francia es otra historia, y lo que sintió por hacerlo, algo que se llevó a la tumba con ella. Nunca sabremos si se odiaba a sí misma por lo que hizo. «No hay duda de que se relacionó con gente que era antisemita, pero hizo caso omiso de ello. No hay duda de que cometió muchos errores, pero, dada la época y las circunstancias, podrían ser muy disculpables», afirma Callil. «¿Quiénes somos nosotros para juzgarla?».

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