MAURILIO DE MIGUEL
Mariza
Intérpretes: Mariza (voz), Antonio Neto (guitarra clásica), Luís Guerreiro (guitarra portuguesa), Vasco Souza (bajo), Antonio Barbosa y Antonio Figuer (violín), Ricardo Mateu (viola), Paulo Moreira (chelo) y Joao Pedro Ruela (percusión). / Escenario: Auditorio Nacional. / Fecha: 2 de marzo.
Calificación: **
MADRID.- Se esforzó Mariza. Se esforzó por soltar amarras melódicas en foro tan dudoso para el fado como el Auditorio Nacional. Cierto es que sus planteamientos cuasi sinfónicos cuajaron allí un sonido inmejorable. Ocurre, sin embargo, que nos sirvió en frío un género nacido al fuego lento de las tabernas portuarias, la ausencia y los fracasos amorosos de rompe y rasga, nada conveniente a la solemnidad acústica. Y se echaron de menos cicatrices en sus prodigiosas cuerdas vocales. Y se notó el aire cool a fuer de elegante con que la mozambiqueña ataca los palos mayores del fado portugués.
Lo mismo que le pasa al tango bonaerense, otro género que apela a las emociones del inconsciente colectivo, cuando el fado llega a los salones sublima, desinfecta heridas y reseca el lagrimal, para mal de la comunión emotiva entre cantante y audiencia. Parece sugerir, entonces, cortes de daga tan limpios en la carne del sentimiento, que apenas sangran Así que Mariza hubo de luchar contra handicap tal. Artista como es de pies a cabeza, bisbiseó, musitó, susurró y alargó sus canciones para encoger el alma, invocando a Carlos do Carmo y al mismísimo Fernando Pessoa.
Con todo, con la exhibición vocal por bandera, encontró fuerzas para mandar sobre el silencio y enfrentarse al género desnudo de la saudade, sin cuartetos de cuerda que edulcorasen su feeling y hasta sin micro Llegaron los bises y la artista bajó del escenario, para acercarse al patio de butacas y entonar a pelo, como lo haría una fadista de la Mouraria lisboeta. Entonces, poco le importó a la piel que se conmueve el extraordinario dominio técnico del que Mariza había hecho gala en la velada.
El folclore del Alentejo, la guitarrada y la timbalada afro, aparte de piezas insignes como Meu fado meu y Primavera, le pusieron rocío al repertorio con que buscó echar flor como gran dama de la melodía.
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