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FUTBOL / Primera División
«Tenemos que aprender la lección»
RIJKAARD ASUME QUE FUERON SUPERADOS EN AGRESIVIDAD - ANDRÉS INIESTA: «EL MARTES TENEMOS OTRA GUERRA Y VAMOS A GANARLA»
ALBERT MARTIN

Rijkaard no compartía anoche el monumental enfado que el barcelonismo se agarró ayer con un equipo que, lejos de ser el campeón de Europa, se presenta en las grandes citas disfrazado de equipo alevín. El técnico, en su fuero interno, pensó menos en la pérdida del liderato y en la enorme ocasión malograda por sus hombres para dejar atrás a su gran rival en la Liga. Al holandés se le notaba que lo ocurrido ayer puede ser mano de santo para que sus jugadores afronten con la actitud correcta el choque en Anfield este mismo martes.

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«Comenzamos muy bien, pero tras el penalti ellos aceleraron más y nosotros hemos sido menos agresivos que ellos. Tuvimos una gran oportunidad pero no hemos podido», explicó Rijkaard, resignado.«Pasa a menudo que psicológicamente te relajas cuando juegas contra diez. Desde la expulsión, ellos han tenido siempre a un hombre libre de marca en el centro del campo o en la banda», añadió, convencido de que la derrota fue justa: «Han merecido ganar, han sido muy contundentes, han aprovechado muy bien nuestros errores».

En ese sentido, el entrenador se negó a señalar con el dedo a Zambrotta, que se autoexpulsó, a Márquez, que falló una vez más en un gol del rival, o en Valdés, que volvió a errar en un momento clave, como ya hizo contra el Liverpool.

«Siempre se puede apuntar a un jugador, pero todo viene por errores colectivos. Hay que aprender la lección: tenemos que luchar como nunca para sacar el resultado», señaló. «No voy a seguir llorando por la derrota. Ya dije que era un partido muy importante, pero no decisivo. Ahora es el mejor momento para ser agresivos y recuperar la contundencia». Ahí concluyó el mensaje del técnico para sus hombres.

Alves. Rijkaard tuvo palabras de elogio para Alves, una auténtica hormiga atómica que acabó por desquiciar a todo el que se cruzó y que fue el gran triunfador del partido. «Tiene un corazón muy grande», concedió el técnico, que rechazó especular con el lateral hispanobrasileño como apuesta de futuro.

El mea culpa en las filas de los azulgrana fue generalizado.«Nos ha faltado ir a por el partido», aseguró Iniesta. «Es una oportunidad que se nos ha escapado, pero el martes tenemos otra guerra y vamos a ganarla», añadió.

Mucho más crítico se mostró Oleguer, que sacó la vergüenza para recordar que les habían remontado con 10 jugadores. «Esto no puede pasar nunca», dijo. «Hemos presionado mal, hemos corrido muchísimo, pero sin criterio», añadió.

Tampoco el capitán, Carles Puyol, se explicaba el meneo que sufrieron los azulgrana tras la expulsión de Aitor Ocio: «Tendría que haber sido más fácil porque a nosotros nos gusta tener la pelota y ellos tenían que perseguirla con uno menos, pero no pudimos matar el partido».

Puyol mostró su perplejidad por las expulsiones de Giuly y Zambrotta, que el árbitro explicó en el acta de modo poco convincente. Sobre el francés, que participó en un leve forcejeo tras perder un balón, afirmó que «dio una patada a un contrario estando el balón en juego pero no a distancia de ser jugado», y sobre Zambrotta, explicó que la primera amartilla fue por derribar a un contrario y la segunda por protestar «de forma ostensible».

El otro lado de la moneda era el sevillismo. José María del Nido se mostró orgulloso de su equipo y afirmó que sobre el Pizjuán habían estado «los dos mejores equipos de España». Y por una vez, al presidente sevillista se le oyó hablar del título. «Vamos a intentarlo y a pelear hasta el final», admitió.

Juande Ramos, por su parte, se deshizo en elogios hacia sus hombres sin querer mentar la posibilidad de lograr la Liga. «El equipo es ambicioso, da lo que tiene y no se le puede pedir más. No quiero meter una presión añadida», explicó.

Fue el final de una noche para hombres-lobos, que se vivió con un eclipse lunar y un ambiente volcánico en el Sánchez Pizjuán, en que el Sevilla reivindicó los valores de la fe y la ambición.El fenómeno astronómico que presidió el partido quedó como única explicación plausible a la imagen de un Barcelona campeón de Europa dejándose remontar ante 10 jugadores, de Ronaldinho fallando su primer penalti del año, de Kanouté errando hasta cuatro ocasiones claras y, en definitiva, de un fútbol español que en noches como la de ayer huele a cambio de ciclo.

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