-. -
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Deportes
Cultura
Toros
Comunicación
Última
Nueva economia
Crónica
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
-
 MADRID
Mengua, mengua... Crece, crece
Miles de personas siguieron anoche el espectacular eclipse lunar desde el Planetario de Madrid
LUIGI BENEDICTO BORGES / ANTONIO GARCIA

MADRID.- Desde luego no tiene la espectacularidad de uno de Sol, en el que de repente el día se abisma en las tinieblas, pero el eclipse lunar de anoche no era para perdérselo. Un fenómeno así no estará en cartelera ya hasta el 2029.

Publicidad
Observarlo era como participar en un rito antiguo. Una diosa extendía majestuosamente su velo negro y cubría poco a poco el plato blanco y redondo. ¿Un presagio, un augurio malo, o bueno? Lo asombroso de estos fenómenos cósmicos es que los vemos en versión original, igual que los veían los hombres de hace miles de años. La gran diferencia, sin embargo, es que nosotros lo contemplamos con asepsia científica, sin estremecernos, mientras que la Humanidad primitiva temblaba ante tal manifestación de los poderes sobrenaturales.

La Luna pasó anoche en cuestión de horas por todas sus fases.Lo que normalmente hace en un mes lunar, lo hizo casi en un rato en términos astronómicos. Pasó de estar llena a menguante, se desvaneció en la sombra y volvió a crecer para recuperar su esplendor de torta blanquecina. Fue una lección cosmológica en vivo y en directo.

Cuando cerca de la medianoche la sombra se extendió sobre todo el disco, éste permanecía visible; era cómo si se hubiera corrido un visillo sobre la Luna y su brillo se hubiese apagado. Se veía entonces muy cercana, quizá por contraste con el fulgor de las estrellas. La impresión es que estaba más cerca de la Tierra de lo normal, como si hubieran soltado un globo aerostático.Luego se puso una corona rojiza.

Miles de personas siguieron el espectáculo desde el Planetario, que montó un número especial, pero el fenómeno fue seguido por muchos madrileños desde parques y zonas alejadas de la luz artificial.Fue una noche de sábado especial.

Eclipse de luna, palabra utilizada para mil y una cosas, ya sea poner nombre a discotecas o titular poemas. Tiene tanto éxito como el acontecimiento en sí, algo que pudieron comprobar anoche las miles de personas que acudieron al Planetario de Madrid.A las 23.43 horas, la Luna quedó completamente inmersa en la sombra terrestre. Minutos después, los pocos rayos solares que la iluminaban, tras refractarse en la atmósfera terrestre, le dieron un tono rojizo. La gente comenzó a aplaudir y los flashes se sucedieron. Pocos fueron los que no exclamaron un rotundo ¡Oh! con la boca completamente abierta.

Tanto el Planetario como la Agrupación Astronómica de Madrid lo tenían todo bien preparado. Por la mañana, el clima amenazaba con chafar el evento pero al final la meteorología se puso de parte del eclipse. Hizo un tiempo estupendo, y eso unido al fin de semana, la hora y la creciente afición por la astronomía hizo que se desbordaran las previsiones más optimistas. Por el parque Tierno Galván, con la mayoría de sus farolas apagadas para la ocasión, la gente caminaba rauda y entusiasmada. Parecía una procesión del silencio. Familias enteras cargaban con sus trípodes, sus telescopios, los prismáticos y las sillas plegables. Dentro del Planetario, Antonio del Solar ejerció de narrador frente a una pantalla gigante que apuntaba en todo momento al satélite terrestre. Con un lenguaje ameno Del Solar no esquivó ninguna de las dudas más frecuentes, como las referidas al calendario lunar, los nombres de los cráteres o la influencia del astro en las mareas.

A pocos metros, 35 monitores invitaban a que los curiosos se adentrasen en las profundidades del Universo. «¡Es Saturno, corre, mamá, corre, que es Saturno!», gritaba Christian, un niño de apenas ocho años, después de mirar por el telescopio que custodiaba Ricardo, astrónomo aficionado. «Impacta mucho cuando se ven los anillos de Saturno por primera vez», reconocía Ricardo. «Quizá sea lo más chocante para quien nunca ha mirado por un telescopio; por ejemplo, para mí lo fue».

Poco después se repitió la misma historia: una pareja de adultos que se comportaban como tortolitos besándose a oscuras gritaron al unísono de asombro. De lo nítido que se percibía, creyeron que el Saturno que veían por el telescopio era una fotografía.

A media noche, las colas para entrar en la zona de los telescopios seguían siendo kilométrica. Mientras esperaban, tres parejas de astrónomos que se acababan de conocer planeaban un viaje al Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma, donde según uno de ellos «los mejores telescopios del mundo apuntan al cielo más limpio de Europa».

A su lado, una joven le chapurreaba en inglés a su amiga erasmus que en el escudo de Madrid se representa a la Osa Mayor. «Y por eso hoy se ha visto tan bien el eclipse de Luna en la ciudad», concluía con sorna la chica.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
 publicidad
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad