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 MUNDO
LA CHINA DEL SIGLO XXI / Los nuevos retos
Una dinastía eterna para los emperadores comunistas
Pekín promete 100 años más de dictadura mientras una nueva sociedad civil liderada por abogados y liberales desafía su monopolio
DAVID JIMÉNEZ / Enviado especial

PEKIN.- Hubo un tiempo en que el desafío al monopolio del poder del régimen comunista en China procedía de estudiantes universitarios como los que tomaron Tiananmen en 1989. Los jóvenes urbanos de hoy prefieren pensar en un trabajo que les suba al tren del desarrollo económico que vive el país. El relevo en la batalla por la democracia ha sido tomado por internautas anónimos, miles de ONG que han surgido en los últimos años izando la bandera de los problemas sociales o los cientos de abogados que están utilizando el imperfecto sistema judicial chino para avanzar los derechos de sus compatriotas.

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La modesta, siempre amenazada y todavía poco influyente «primavera democrática china» cuenta con el apoyo de una minoría de legisladores y políticos que trabajan desde las calderas del Partido Comunista Chino (PCCh), tratando de reformar e incluso eliminar viejos vestigios totalitarios. Uno de sus primeros resultados se verá la próxima semana cuando el Parlamento chino, en su reunión anual, estudie una propuesta sin precedentes para eliminar los programas de «reeducación a través del trabajo». La lucha por abolir el sistema de miles de campos de trabajos repartidos por todo el país, que permite al régimen encerrar a sus ciudadanos durante tres años sin juicio previo, es para los reformadores un ejemplo de la estrategia a seguir, esto es, una batalla continua por los derechos de la población sin buscar necesariamente la deslegitimación o el derrocamiento del Partido Comunista.

Lo que hace más destacable el empuje de los sectores reformistas chinos es que sus iniciativas se producen precisamente en un momento en que el régimen, con el presidente Hu Jintao a la cabeza, parece encaminarse en la dirección contraria. Hu, visto como un reformador cuando llegó al poder en 2002, ha tratado de fortalecer su poder aumentando la represión contra disidentes, intelectuales y periodistas, evaporando las esperanzas de que la llamada Cuarta Generación de Líderes del Partido Comunista sería la encargada de completar la apertura económica del país con una liberalización política.

Los intentos de algunos sectores del país de buscar reformas, utilizando las instituciones ya existentes no han sido bien recibidos por Hu y sus aliados en el Buró político chino. Los líderes de Pekín quieren aprovechar la celebración de la Asamblea Popular Nacional (APN), cuyos 3.000 delegados se reúnen a partir de mañana en Pekín, para advertir a los sectores reformistas de los límites de sus propuestas y frenar las expectativas de cambios importantes a corto o medio plazo. El primer ministro Wen Jiabao, que inaugurará la reunión de la Asamblea Nacional con su discurso sobre el estado de la Nación, enviaba esta semana ese mensaje a los más liberales dentro del Partido, asegurando que la dictadura comunista seguirá en pie otros 100 años y descartando la posibilidad de una democracia de estilo occidental. «Todavía estamos muy lejos de avanzar en las fases iniciales del socialismo», escribía Wen en un artículo publicado en El Diario del Pueblo, el órgano de propaganda oficial.El discurso del primer ministro ofrecerá mañana la misma receta que ha dirigido la política china desde el inicio de la apertura en 1978: nuevas reformas económicas y el fortalecimiento, con represión cuando sea necesario, de un sistema político que apenas ha variado desde la llegada de los comunistas al poder en 1949. La fórmula, sin embargo, está siendo puesta en duda por quienes dentro del propio régimen no creen que el país pueda mantener ese delicado equilibrio por mucho tiempo.

Las reformas económicas de las últimas tres décadas han sacado de la pobreza a cientos de millones de chinos, creando una emergente clase media y satisfaciendo las necesidades materiales de las poblaciones urbanas, sobre todo en las regiones más prósperas del este del país. A su vez, cientos de millones de campesinos han perdido el tren del desarrollo económico, convirtiéndose en los perdedores en una sociedad que no ha estado tan dividida desde el final de las dinastías. «El avance imparable de las privatizaciones [de empresas públicas] ha provocado una brecha entre ricos y pobres que se está polarizando en dos extremos», según el comunicado de un grupo de intelectuales y profesores universitarios que se ha atrevido a pedir al Gobierno un cambio de estrategia. Disidentes como Han Dongfang, uno de los líderes de las manifestaciones estudiantiles de Tiananmen, hoy partidario de la estrategia de crear una sociedad civil para lograr avances democráticos, van más lejos al describir la situación en China como «una olla a presión» y advierten de que la inestabilidad pone en riesgo muchos de los logros económicos de los últimos años.

Los últimos encarcelamientos de abogados que han ido demasiado lejos en su utilización del sistema judicial para poner en evidencia al régimen, el fortalecimiento del aparato de propaganda o el aumento de la censura en internet indican que el presidente Hu interpreta el movimiento civil chino como una amenaza para sus intenciones de consolidar el poder de cara al Congreso del Partido Comunista, previsto para el mes de octubre. La reunión servirá para confirmar a Hu en el poder otros cinco años y anunciar a su futuro sucesor y líder de la Quinta Generación de dirigentes que tomará el relevo a partir de 2012. ¿Será ese el momento de la verdadera primavera democrática o tendrá China que esperar otros 100 años para elegir a sus líderes?

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