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 OPINION
EN LA RED
El discurso inflamable de bocazas adinerados
ORFEO SUAREZ

¿Lopera y Del Nido son responsables de los incidentes del derbi?

SI

En un estadio de fútbol, arrastrados por la pasión de unos colores y camuflados en el anonimato de la masa, podemos llegar a descubrir lo peor de nosotros mismos, ese lado oscuro que nunca creímos compartir con los violentos. Quienes mejor conocen los peligros de esa freudiana mutación son los inquilinos de los palcos, por lo que la prevención debe empezar con su propio comportamiento.Cualquier gesto de estos césares de la pelota es un detonante para los seguidores que acaudillan. Cuando un presidente, en este caso el sevillista José María del Nido, llama «maricón» a un pariente de Manuel Ruiz de Lopera, propietario del Betis, y éste le dice que si acude al derbi se va a encontrar con un «entre comillas», es difícil esperar que los hinchas, inflamados por el combate dialéctico de sus mesiánicos líderes, permanezcan cívicamente en sus asientos.

Del Nido y Lopera son culpables de alentar el clima que lleva a un seguidor, no censado como un radical, a lanzar una botella con una fatal puntería sobre la cabeza del técnico Juande Ramos.No pueden excusarse en que se trató de un hecho aislado, de un incontrolado, porque fueron muchas las botellas y los objetos que llovieron sobre el césped del estadio Ruiz de Lopera, como cada semana en numerosos campos, aunque afortunadamente con menos tino.

El discurso, sin embargo, responde a la genealogía de un colectivo del que Lopera es una especie de último mohicano, después de la desaparición de Jesús Gil o las saludables retiradas de Joan Gaspart y Paco Roig, a quienes la incontinencia convertía en un peligro público. Gaspart fue el anfitrión de aquel recibimiento a Figo en el coliseo de la sociedad del seny, un ejemplo de hasta dónde puede llevar el fútbol a la gente decente si se agitan las más bajas pasiones.

Lopera ha hecho del Betis el púlpito desde el que predica, embriagado de megalomanía y al son de incomprensibles platillos mediáticos, por lo que a los medios nos corresponde también una cuota de autocrítica. Perseguido por Hacienda, este antiguo prestamista sobrevive detrás de un presidente de paja y de ese irreverente busto, más bien caricatura, que mandó colocar en el palco para acompañar a Del Nido durante el derbi. El presidente del Sevilla, abogado de imputados en una operación Malaya cuyas aristas ha logrado esquivar, estuvo a la altura institucional durante el encuentro, pero para entonces ya era imposible apagar el fuego que él también había contribuido a atizar. A pesar de ello, no ha descendido a lo más profundo del jurásico futbolístico como Lopera. La gestión de su club, campeón de la UEFA y la Supercopa de Europa, y al frente de la Liga junto al Barcelona, es modélica en lo deportivo, con profesionales en las antípodas del divismo directivo, como el director deportivo, Monchi, el doctor Escribano o el propio Juande, cuyo autocrítico alegato fue una lección para todos. Tuvo la valentía de apuntar a quien le paga y de atarse a la pira de la culpabilidad sin que el sacrificio le correspondiera. Del Nido, en cambio, habló de un hecho aislado sin arrepentimiento alguno.

Lamentablemente, y como sucedió con Jesús Gil, la inhabilitación por vía deportiva es una medida blanda e inútil en este mundo de las sociedades anónimas deportivas, donde se confunden accionistas con directivos. El castigo debe llegar desde la legislación ordinaria y para ello significa una esperanza la nueva Ley contra la Violencia en el Deporte impulsada por Jaime Lissavetzky. Sin un instrumento legal, los adinerados bocazas que buscan notoriedad social y manchan el fútbol, camparán a sus anchas.

Orfeo Suárez es redactor jefe de Deportes de EL MUNDO.

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