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 OPINION
IMPRESIONES
El 'efecto llamada' de la entrada de Enel en Endesa

La aquiescencia del Gobierno para que la italiana Enel pueda entrar en Endesa supone en el fondo un cambio de criterio en la aplicación de las reglas de juego en mitad del partido. Hace sólo unos meses, uno de los argumentos del Ejecutivo español para oponerse a la OPA de E.ON sobre la eléctrica española era el supuesto carácter semipúblico de la alemana, dado que el Estado de Baviera controlaba el 2,5% de la compañía. Pues bien, el Estado italiano controla más del 30% de Enel y ahora, en cambio, esa circunstancia se admite sin ninguna objeción. Un decreto auspiciado en su día por Rodrigo Rato impide que compañías públicas de otros países puedan hacerse con el control de empresas privatizadas estratégicas sin la autorización expresa del Consejo de Ministros. El Gobierno había hecho suyo el espíritu de esa norma. De hecho, el propio Pedro Solbes exponía hace un año ante los ministros de Economía europeos la «contradicción» de que E.ON comprara Endesa, ya que de esa forma se «penalizaba» a los países que más han liberalizado, en detrimento de los que ponen más trabas. Solbes cambiaba el viernes de discurso al insinuar su intención de abolir las restricciones (el decreto de Rato) para reconciliarse con las posiciones liberalizadoras de la Comisión Europea. El precedente de Enel convierte ahora a compañías como Repsol, Iberdrola o Gas Natural en auténticas golosinas para posibles compradores. Podría producirse así un efecto llamada para la entrada de gigantes europeos en sus sectores, caso de EDF o Gazprom. Por lo pronto, lo que sí ha producido el caso Endesa es una guerra a escala continental por el negocio del kilovatio. Ayer mismo trascendía el interés de E.ON por comprar el 25% de Enel. Es decir, asistimos a una nueva ofensiva que puede cambiar el actual mapa del negocio de la energía.

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