Sin embargo, el análisis detallado de su intervención nos sitúa ante un gobernante que, o bien dice lo que piensa y demuestra una escala de valores impropia del puesto que ocupa, o bien manipula y se convierte en un simple demagogo capaz de recurrir a una treta sentimental para defender lo insostenible.

Zapatero dice que basa su decisión en «el valor supremo de la vida». Como individuo, puede tener la escala de prioridades que quiera y ésta resultaría irreprochable. Pero no puede olvidar que él es, además, el presidente del Gobierno de una nación, y que cuando actúa como tal tiene como primer mandato defender el orden constitucional. Si como jefe del Ejecutivo pone la vida como valor supremo, ¿está diciendo que en 1997 él hubiera acercado a todos los presos para salvar la de Miguel Angel Blanco? ¿Está sugiriendo que va a ceder ante cualquier preso que emprenda una huelga de hambre? ¿Propone que nuestros derechos y libertades sean conculcados si con ello se salva la vida de quien los amenaza? ¿Será capaz de dar a ETA todo lo que quiera con tal de que no mate más? No, señor presidente, como individuo podrá tener los valores que quiera, pero como presidente su deber es subordinarlos al interés de todos los españoles. Y no es admisible que su «sentido de la responsabilidad» le lleve a preocuparse más por la vida de De Juana que por los efectos que para la libertad en el País Vasco y Navarra puede tener esta rendición. Menosprecia así el sacrificio de cuantos han entregado su vida por la defensa de los valores democráticos y constitucionales, y en este caso, de forma flagrante, el sacrificio de las víctimas de ETA.

Zapatero es prisionero de sus propios argumentos. Nos dice que ha actuado «para que no haya más muertes por el terrorismo».¿Qué quiere decir con eso? Desde luego, si ello implicara que la muerte de De Juana hubiera sido «por el terrorismo», equiparándola con la de las víctimas de ETA, y entre ellas con las 25 que él causó, su razonamiento no podría ser más indecente. En cambio, si lo que afirma es que con la atenuación de la pena se están evitando víctimas futuras de la banda, como sugirió José Bono, entonces ya no podrá hacernos creer que no ha actuado movido «por el miedo o la debilidad».

Al convertir la vida en el argumento central, Zapatero sólo busca esconder la sustancia del problema, y es que lo que él ha hecho no es salvar a nadie que no pudiera salvarse a sí mismo, sino ceder ante un chantajista. Él no ha movido los recursos del Estado porque De Juana hubiese sufrido un accidente grave o porque necesitara cuidados médicos especiales. Él ha actuado cuando De Juana se lo ha exigido con el medio que ha considerado más eficaz: su propia salud. Y tiene que asumir que ha cedido a un chantaje presenciado por todos los ciudadanos.

Por eso, quizá lo más patético de su intervención de ayer es que culminara arremetiendo contra el PP por «sembrar dudas inadmisibles sobre el funcionamiento del Estado de Derecho». No, señor presidente, las dudas las ha sembrado usted y, si no, escuche a la calle como prometió hace tres años que haría: la encuesta que hoy publicamos revela que el 58% de los españoles piensa que el Gobierno ha cedido a un chantaje de De Juana y ETA, frente al 30% que no lo cree. ¡Ya quisiera el PP representar al 58% del electorado!

Su afán por desplazar la atención sobre el adversario delata, sobre todo, la debilidad de su posición. Intenta hacer creer que el Gobierno de Aznar «concedió todo tipo de permisos» cuando todos fuimos testigos de que al chantaje nunca cedió. Y de paso, en su desesperación, mete usted por medio el 11-M y asegura que su Gobierno se ha dedicado «a llevar a los culpables a los tribunales».No vaya tan deprisa, señor Zapatero, en un Estado de Derecho son los jueces los que dictan las sentencias.