España vuelve a las andadas. Un inmenso victimario escenifica el dolor en las calles y escupe su ira en los móviles. Los nostálgicos sacan a pasear el aguilucho, braman los telepredicadores, las madres de marzo, la gente de orden. La política, que tiene al país cogido por los huevos, se ha convertido en el deporte nacional con más militantes de Ultras Sur. A la derecha le duele España y a la izquierda se la suda, pero los partidos aprovechan el momento para ceñirse a sus respectivas estrategias. Unos hacen marketing con la ira. Otros practican el pacifismo de alcachofa.
El patriotismo es una forma de dolor. Por culpa del patriotismo un loco ha querido meterse a mártir. Si la sobreactuación de la derecha persiste, el loco puede acabar convertido en un ídolo como Mandela. Todo es cuestión de alimentarlo (valga la expresión menos literal).
Iñaki de Juana ha vuelto al País Vasco. No se le ha perdonado la vida ni la cárcel, pero le han cambiado de escenario para evitar males mayores. Unos llaman a eso «chantaje». Otros, «solución humanitaria» (el lenguaje carga las tintas, especialmente cuando se repite mucho). A De Juana, la tercera huelga de hambre le ha dejado secuelas irreparables. Si salva el pellejo, alcanzará la vida en poco más de un año, cuando finalice su condena. Hasta entonces, llevará en la muñeca un chivato que dará cuenta de sus actos.
En los días anteriores al jueves, el estado de salud de Iñaki de Juana empeoró mucho. Era el límite, decían. Desde que este periódico hizo públicos sus análisis de sangre, el preso se mostraba muy contrariado y quería precipitar un final (se arrancó la sonda cinco veces). También la tensión entre los médicos era manifiesta.Trascendió el nombre de alguno de los facultativos que lo atendían y cundió el nerviosismo. Todos recordaron entonces el caso del médico asesinado por los Grapo tras salvar la vida de un preso en huelga de hambre. Los enlaces de Iñaki de Juana con el mundo (médicos, policías y novia) empezaron a fallar. A la tensión de los médicos y los policías se unió el desplome de Irati Arantzabal, la novia, que estaba muy alterada y no paraba de llorar. Había que tomar una determinación.
Mientras el presidente del Gobierno busca el cariño de su partido (véase el Comité Federal celebrado ayer), la calle monta el pollo.Pasará, porque la amplificación mediática de los hechos siempre tiene las horas contadas (todo pasa y todo quema), pero el presente no hay quien lo sofoque. Es como si el síndrome Betis-Sevilla se hubiera extendido a todos los frentes. Venciendo su aversión a las palabras violentas, Rajoy vocifera. El líder de la oposición apuntala su estrategia animado por los duros del partido. Son pocos, pero intensos, y al final se intuye la mano que mece el recuerdo: aquel hombrecillo que hablaba mexicano en público y catalán en la intimidad. Rajoy aprovecha la coyuntura. Los votos entrarán mejor con miedo que con vaselina.
Lo de Zapatero es más complicado. Nuestro hombre en Moncloa, un Gandhi vestido de Hermenegildo Zegna, reza letanías de silencio mientras echa al ministro Rubalcaba a los leones (mejor: a los cristianos). Estos días, ZP («Zetapero», como le llaman desde una web) ha alcanzado la cifra récord de calificativos. De traidor para arriba, todo. Si la gresca sigue así, llegaremos a la campaña electoral con los insultos devaluados.
Al ministro Rubalcaba no le ha hecho falta pedir informes a sus sabuesos para conocer las lindezas que le dedica la calle embravecida.Basta con que levante la cabeza del ordenador y fije su mirada en la línea del techo mientras escucha lo que suena fuera. Rubalcaba tiene la rima más difícil que Zapatero o 'Pepiño', pero los profesionales de las frases hechas ven en él una de sus principales fuentes de inspiración. Al ministro del Interior le pasan algunas manifas por debajo de la ventana. Son como serenatas, pero sin mañanitas del Rey David. La otra tarde, Rubalcaba pudo ver entre la multitud (y si no la vio, peor para él) a la mismísima Ana Botella, que no se sabe si estaba allí para recibir adhesiones inquebrantables o para marcar a Gallardón.
El corazón del ex alcalde
PESCADOR FURTIVO. En todos los ríos revueltos hay pescadores listos.Eso lo sabe Zapatero (y si no lo sabe, ahí está Rubalcaba para recordárselo). Pocas horas después de que Iñaki de Juana fuera recibido por sus fans como un obispo de los de antes (a todo esto, el Gobierno vasco tocaba madera para que la salud del preso no le estallara en las manos), apareció Julián Muñoz convertido en pescador furtivo. La mañana del viernes, el ex alcalde de Marbella abandonaba la cárcel de Jaén en dirección al hospital.Iba intubado y en camilla. Cundió la alarma y, sobre todo, la curiosidad. Cuatro horas después, el mismo hombre regresaba del hospital por su propio pie, devolviendo la calma a todas sus mujeres. El ex alcalde guarda prisión preventiva. Aún no ha sido juzgado ni condenado y malamente puede ser comparado con el preso etarra. Pero un clima de opinión favorable nunca viene mal, y en eso parecen coincidir las personas del entorno de Muñoz, empezando por Javier Saavedra, su abogado. Estas personas repiten incansablemente que Muñoz «está mal, muy mal», insinuando un agravamiento de su dolencia coronaria. El momento es idóneo para ablandar sensibilidades y ganarse a la opinión pública. También él quiere regresar a su huerto y a su higuera. No lejos de allí, en el hospital San Rafael de Granada, Inmaculada Echevarría, enferma de distrofia muscular, espera el momento de ser desconectada del respirador que la mantiene atada a una vida indeseable. Ya están las comparaciones en danza. Pena de muerte, aborto, huelga de hambre, eutanasia.Muchos quisieran que se invirtiera el orden lógico, condenando a De Juana Chaos a morir y a Inmaculada Echevarría, a vivir.