Bernd Schuster es uno de los personajes más especiales que ha pasado por el fútbol español, y no sólo eso. Estamos ante un tipo que con poco más de 20 años de edad le dijo que no a la selección alemana porque prefirió ocuparse de sus asuntos personales. Pasó a la historia de su país por eso y por muchas otras cosas más. Probablemente, si el Getafe hubiera tenido un Schuster ayer en el Bernabéu, el partido habría terminado de otra manera. O no.
Si de algo estaba contento ayer el Angel Rubio era de que un estilo de juego, una apuesta, no hubiera caído ante la opción contraria. Schuster se ha colgado la etiqueta de entrenador jugón, y eso cuando se pierde provoca muchos más ataques que los que reciben los del bando de enfrente. Así está el fútbol de hoy en día; en realidad, el fútbol que impera desde hace bastantes años, metidos en esta locura de puntos a costa de lo que sea, y el que no los logre es el tonto más tonto del mundo.
Por muy de Augsburgo que sea, Schuster tiene sentido del humor, y sobre todo sentido de la realidad que le ha tocado vivir. Sabe que a Ramón Calderón le están poniendo la cabeza como un bombo para que le contrate desde la próxima temporada. Total, sólo se trataría de decirle a Fabio Capello que de los dos años que le restan, nada de nada, que negociara su espectacular finiquito por unos 10 millones de euros y que dé paso al viento que viene del Norte. Schuster sabe que si él volviera a aterrizar en el Real Madrid, en unos cuantos años (meses al paso que camina este invento) tendría que estar negociando un finiquito parecido, porque habría surgido otro alemán, turco o inglés que habría descubierto la pólvora.
Schuster es uno de los hombres más inteligentes que protagonizan la actualidad del fútbol. En realidad, lo fue siempre, pero hubo veces en los que se dejó llevar por eso que él creyó La Verdad.Hubo veces que falló. Hoy se da cuenta de eso (emocionantes confesiones en una entrevista concedida a Digital Plus hace unos días), pero queda la sensación de que en el fondo sus motivos se impusieron al curso de las cosas ordenado.
«Yo me dejo querer», comentó tras el encuentro del Bernabéu.Schuster estaba feliz porque su pequeño equipo había aguantado ante un gigante, y lo había hecho sin faltar a lo prometido, a lo que él pensó como correcto la primera vez que se puso a entrenar, hace ya unos cuantos años. Como cuando dejó la selección alemana, como cuando cogió un taxi en la mitad de la final de la Copa de Europa en 1986. Pudo haber hecho lo contrario en ambos trascendentales momentos de su magnífica carrera, pero eligió lo primero.
Los cerca de 2.000 aficionados del Getafe que ayer estuvieron en el campo madridista llegaron a corear eso de «¡Schuster quédate!».«Bueno, lo han cantado para que me quede en el Getafe, no en el Bernabéu», bromeó el inimitable alemán.
No estaba para bromas Capello, que ayer sí quiso volver a hablar de los árbitros, una cuestión que ya suena a tomadura de pelo.Aunque lo hizo de forma diferente, pasando el testigo a eso que él llamó «él club». «No voy a contestar nunca sobre los árbitros, ellos deciden y nada más. Tenemos un club detrás, yo tengo que entrenar y si el club piensa que algo pasa tendrá que tomar decisiones y hacer cosas. Estas cosas no debe decirlas el entrenador, sino el club».
Pedja Mijatovic, que a este paso va a terminar peinando canas en junio, también intentó frenar el empate sin hablar de fútbol y sí de árbitros. Quejas, muchas quejas.
Lo peor para el Madrid se puede saber hoy, si es que se confirman las bajas de Beckham, Reyes, Higuaín y Van Nistelrooy para el miércoles en Múnich. Los dos primeros están casi totalmente descartados.Comienza el diagnóstico verdadero.