L. F. L. / Enviado especial
BIRMINGHAM.-
«Ha hecho como su ídolo, El Guerrouj», comentaba Sergio Gallardo la carrera del 1.500, el liderazgo ininterrumpido de Juan Carlos Higuero, a quien le colgó el oro Sebastian Coe, otro mito de la distancia. Higuero no llegará a héroe de los tiempos, pero quiere su día de gloria mayúscula. «Creo que he nacido para eso, para intentar ser campeón del mundo», insiste como angustiado. El burgalés es un atleta tenso de sol a sol.Por supuesto, en el podio, donde cierra los ojos, los entreabre, resopla... Su primer oro, que nace de creérselo. El pasado agosto en Goteborg se lanzó un órdago. Como respuesta a la frustración de los Juegos de Atenas (cayó en la calificación) y a la mediocridad del Mundial de Helsinki (sexto), pretendió el doblete europeo, 1.500 y 5.000. Sacó dos bronces de reafirmación de su clase.
Otras lecciones aprendió antes, bajo la batuta de Antonio Serrano y una compañía muy profesional en los entrenamientos: Chema Martínez y Juan Carlos de la Ossa. «Se acabó la dejadez en el trabajo, eso de no doblar sesiones porque estoy cansado», comenta otro aspecto clave de su preparación, que en temporadas anteriores completaba en el diván. Entre la psicóloga de la Federación y el chico trataban de domesticar la tensión, tan presente que parece que hubiera dos Higuero. El atleta se refiere a sí mismo en tercera persona: «Es la madurez de Higuero, esperemos que haya Higuero para cuatro o cinco años, por lo menos». Y reconoce que es como es, bonachón e hiperactivo. Todos sus objetivos se los plantea a corto plazo, para evitar «aburrirse». De hecho, parar en Birmingham no se incluía entre su planes. En la pista, también improvisa, comentaba ayer: «Tenía tantas ganas de ganar...No tenía estudiada la carrera, las pruebas se estudían según vienen. Me la he jugado, quizá demasiado, ¿no?».
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