VICENTE SALANER
Al menos una vez por temporada se encuentra uno con un partido tan inesperadamente desequilibrado que de inmediato le recuerda a uno los ascensores a la vista del público que trepan o bajan, raudos, por las paredes de algunos edificios modernos (hoteles, en general): al cruzarse, los ocupantes del uno ven cómo los del otro se elevan como cohetes hacia el cielo o se hunden como piedras hacia el infierno. El Tau-Unicaja de este fin de semana es uno de esos partidos, sin duda. Ahora que empiezan a recuperar lesionados -aunque no a su entrenador, Velimir Perasovic, cuyo apartamiento del equipo tras su susto cardiaco se ha presentado de una manera bastante extraña-, los vitorianos vuelven a parecer imbatibles o casi; ahora que vuelven a perder jugadores y concentración, los malagueños se ponen a tirar por la borda sus progresos de los últimos meses.
La impecable organización defensiva y ofensiva de este Tau con entrenador interino salta a la vista, y también la inyección de clase, pases y puntos que supone el regreso de Zoran Planinic tras su prolongada lesión. ¿Será sólo contra el Unicaja, o confirmará el croata esa impresión de mayor entusiasmo y combatividad que ha dado? Antes de la lesión se le veía más frío, menos atrevido y valiente en las entradas. Si ha regresado con un grado inesperado de pasión, ¡ojo a este equipo! Ya tenía armas por doquier, y ahora vuelve Planinic y también da un salto de confianza el base Ender Arslan.
Lo del Unicaja es una historia desconcertante de restar, restar sin casi nunca sumar: se fueron Garbajosa y Herrmann, no se retuvo a Risacher, se lesionó Brown, echaron a Lorbek... Y ahora vemos que el base internacional argentino Pepe Sánchez es suspendido por una bronca con Sergio Scariolo. El sábado vimos un equipo desquiciado y, lo que es más, objetivamente inferior.
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