Madrid es una cita obligada. Me refiero a que esta ciudad nunca duerme, nunca. La Cibeles cerrará un ojo, el otro lo tendrá bien abierto, muy rojo». La descripción de alguien que quisiera escribir acerca de la capital podría perfectamente empezar desde el tejado y subir el telón de la noche, cuando la ciudad duerme y comienzan a aflorar una serie de personajes inquietos que sorben el jugo al sarao. Así lo expresa Aviador DeLuxe, uno de los doce «agitadores nocturnos» cuyo relato forma parte del libro El último baile, que acaba de publicar la editorial Odisea. Y así la retrató también Luis Antonio de Villena en el magnífico relato de aquella juventud golfa y noctámbula de los años 80 titulado Madrid ha muerto.
Agotada hasta la extenuación (sólo por el momento) la revisión de la llamada Movida madrileña a la que pertenece aquella novela, Odisea ha querido trazar un mapa de la modernidad, explorar la realidad underground de la ciudad, colarse en sus garitos de moda, en sus cuartos oscuros, salpicados de polvos blancos e intenciones diversas y acompañar a los personajes que pululan día sí y día también por todos los saraos de ambiente.
La mejor forma de plasmar esa nueva generación de noctámbulos que practica su propia religión de marcha en las inmediaciones de la Gran Vía es reunir los relatos de doce actores conocidos de la fiesta madrileña y que cuenten, con lengua afilada, sus propias visiones: retratos donde se mezclan las drogas, la muerte, el sexo, el alcohol y la fiesta. Eso es, en definitiva El último baile. Una serie de textos que rezuman algo de desencanto, porque la noche madrileña, intensa, socarrona, entre juerga y juerga se ha teñido los faldones de sangre y tragedia. Y eso lo plasman los autores.
M2 quiso reunirse con cinco de sus protagonistas, entre los que se encontraban Roberta Marrero, Antonia Delata, Miguel G., el ya mencionado Aviador DeLuxe y Javier Giner. Una pequeña locura en la que el ambiente se empapó de discrepancias, dardos y uñas y que duró prácticamente una hora en una terraza de la calle de Fuencarral. En el centro del huracán, una inocente pregunta: «¿Qué es la Removida?».
El pasado viernes por la noche terminaba en Madrid un acontecimiento mítico para algunos de los amantes de este tipo de saraos, una fiesta llamada En Plan Travesti, que se viene celebrando un domingo al mes, desde hace tres años, en diferentes garitos de la capital.Algo que empezó con unos cuantos amigos se fue convirtiendo en un acontecimiento excepcional. Todo el mundo que quisiera ser alguien en esta cháchara de la noche tenía que estar apuntado en la lista de la puerta. Eso es, al menos, lo que cuenta el prólogo y algunos de los relatos de este libro. Varios días antes de la celebración de esta última fiesta del viernes pasado, en la lista de puerta había 400 nombres inscritos.
Los de la editorial Odisea justificaban la publicación del libro con ese acontecimiento y también, de alguna manera, con eso que algunos habían empezado a llamar -intuimos que de forma jocosa- la generación de la Removida madrileña. Así lo dice el prólogo: «Toda una nueva generación de noctámbulos, bombardeados durante años con las historias de la Movida parecían estar hartos de escuchar lo que había sido Madrid a comienzos de los ochenta...La Movida ya no daba más de sí... había llegado la hora de vivirla en carne propia».
Ahí empezó el desencuentro, cuando varios de los presentes afirmaron no tener nada que ver con la Removida, ni formar parte de ningún concepto semejante: «Yo para nada me siento vinculada a ese concepto y ni siquiera creo que exista. Es un término que se utiliza en un sector muy pequeño, entre amigos y por un grupo que podía ser llamado underground, generación de Internet, alternativo, que la editorial Odisea ha utilizado como reclamo intentando vender algo que en mi opinión no existe». Desde esta afirmación, que lanza Roberta, hasta el final de la entrevista, la situación se va poniendo cada vez más tensa y surrealista. Cuando la propia Delata argumenta que la Movida fueron «cuatro petardas, cuatro maricas borrachas» y que «lo mismo» le parece la Removida, los de la editorial se empiezan a mover incómodos en la silla y Roberta aprieta los dientes: «Dentro de la Movida hubo mamarrachas y personas que se convirtieron en iconos de la cultura contemporánea en este país: Las Costus, Olvido Gara (Alaska), Nacho Canut, Almodóvar: Salen de la parte alternativa de la sociedad y se convierten en referentes culturales, o sea que eso de mamarrachas...».
Javier Giner, autor del relato Dos palabras, se pone serio: «Dentro de la Movida y la Removida hay una asociación de ideas que las relacionan siempre con términos como el de mamarrachada, petardada, frivolidad. En cambio este libro está en las Antípodas de todo esto. Son una serie de relatos graves acerca de la muerte, del dolor, del amor». Dicho esto y ante la insistencia de uno de los editores, abandonó el barco de la entrevista y se autoexpulsó dejando al equipo con 10, en el minuto 17. Achicando agua y cruces verbales y de miradas, el resto comenzó a dar rienda suelta al reproche: «Pues yo no me esperaba que todas fuerais con esos aires de grandeza», (Miguel G. a Roberta); «Yo no soy escritora, ni nada. Y eso de que no somos nadie, según quién y cómo lo mires.Lo que sí me parece ser una pretenciosa es que tú te pongas la primera en la lista del libro, habiendo otra que ya ha publicado, si quieres tirarme de la lengua, guapa» (Roberta a Miguel G.).
El resto se fue levantando, recriminándose actitudes y afirmaciones de ése y de otros días precedentes. Se fue Delata, se fue Roberta y se fue hasta el apuntador de aquella frase que quedó colgando en el aire de Chueca: «pregúntanos lo que quieras». No, no había cámaras ocultas, ni aplausos al final del primer acto. Ni siquiera había conclusión, como mucho una reflexión: hay tantas noches como almas nocturnas le brotan a Madrid en la intensa madrugada, lo demás son sólo palabras. Todos ellos seguro que quemaron, el pasado viernes, la última fiesta En Plan Travesti.