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 MUNDO
Las campañas de Hillary y Obama se entrecruzan en un acto por Luther King
CARLOS FRESNEDA / Enviado especial

SELMA (ALABAMA, EEUU).- Barack Obama llegó a Selma con el eclipse, madrugó y fue el primero en subirse al púlpito de la Brown Chapel, donde invocó a Martin Luther King y a Moisés, caminando entre dos aguas.

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«Hemos atravesado el río, pero nos quedan áun muchos puentes por cruzar», dijo el candidato negro. Barack Obama impostó el acento, en un tono entre profético y sureño, como esforzándose en demostrar a la parroquia su negritud.

A tres manzanas de allí, en el altar de la First Baptist Church, con chaqueta color pastel y broche en el hombro izquierdo, Hillary Clinton pronunció a su estilo el segundo sermón de Selma: «¡Sigamos la marcha hasta llegar al final del camino!».

Bajaron a cortejar el voto negro y acabaron cruzando al mismo tiempo el puente sobre el río Alabama, donde el senador jugó de entrada con la ventaja fonética: «Cuando nadie me conocía, me llamaban Alabama en vez de Obama».

Por la tarde, llegaron los refuerzos y Hillary pudo sortear los rápidos con la valiosa ayuda del timonel Bill Clinton, que vino a estampar su impronta en el Pabellón de la Fama del Derecho al Voto. La partida quedó con los remos en alto, aunque la corriente bajaba ligeramente a favor de Barack Obama.

El puente metálico de Edmund Pettus, el mismo que hace 42 años se tiñó de sangre en la marcha más decisiva de la era de las libertades civiles, se quedó indeciso y tambaleante. ¿Presidente negro o mujer presidente?

«Yo voté por Bill Clinton, aprecio mucho a Hillary, ¡y pienso que Obama es el hombre!». Fran Gholston, afroamericana de 44 años, se vino con toda la familia desde Trinity para dar su apoyo al candidato negro, en el tumulto del domingo y color ante la Brown Chapel: «Conocerle es amarle, y nadie mejor que él puede hablar por la nuevas generaciones y devolvernos la esperanza en el futuro».

«Las cicatrices siguen muy abiertas en el sur», admite Fran.«Yo tenía 15 años cuando acabó la segregación en la escuelas, y aún recuerdo el pavor que sentía aquellos días, las miradas, los insultos... Recuerdo muy bien que los negros no podíamos beber de las mismas fuentes ni jugar en las mismas canchas de baloncesto».

«Recordad de dónde venís», les dirá luego el candidato profeta, en la iglesia de ladrillo oscuro que huele a leyenda viva y a madera añeja. «Sed fuertes y tener coraje frente a la Justicia, los prejuicios y el odio».

Obama, prestigiado por la corte de héroes locales -de John Lewis a Artur Davis- reinterpretó en día tan señalado el lapidario de John F. Kennedy: «No os preguntéis lo que el Gobierno puede hacer por vosotros, sino lo que podéis conseguir por vosotros mismos. Nunca olvidéis que la lucha por la igualdad se libra todos los días. Y nos quedan muchas batallas por delante... Es intolerable que siga habiendo más jóvenes negros en la cárcel que en la universidad. No podemos permitir que 46 millones de americanos estén sin seguro médico, y que la peor parte se la lleven los afroamericanos y los hispanos».

Por si alguien no conoce aún su historia, el senador habló de su madre blanca y su padre negro: «Si no es por Selma, yo no estaría aquí. Éste es el estado de mi concepción. Soy de alguna manera el fruto de vuestro trabajo, el brote de este movimiento...Así que cuando me preguntan si he estado alguna vez en el sur, yo digo: llevo allí toda la vida, me siento como en casa».

La voz de Obama llega altisonante a través de los baffles instalados junto al busto de Martin Luther King, en la calle de Martin Luther King. Los puestecillos de muslos de pavo y camisetas conmemorativas de la marcha de Selma le dan a aquello una aire de mercadillo en la entrada al templo, frente a la austeridad de la First Baptist Church, a menos de 100 metros de allí, en el otro lado de la acera.

Hillary llega tarde y sin compañía (luego se le unirá Bill) y tiene que hacer tiempo para que los dos sermones no se solapen.Las televisiones le dan la señal y la ex primera dama sale sonriente a escena, sin forzar el acento y siendo ante todo ella misma.

La ex primera dama tiene el detalle de mentar respetuosamente a sus rivales -Barack Obama, Bill Richardson- y de recordar que, de no ser por la marcha de Selma, no habría negros, ni hispanos, ni probablemente mujeres aspirando a la Presidencia de Estados Unidos. «He recorrido un largo camino hasta llegar aquí», dijo.«Y que nadie me diga que ha sido fácil».

Hillary lee de corrido, no como Obama, que memoriza e improvisa.Menciona al Altísimo al inicio y, al menos no reincide, baja a terrenos más resbaladizos, menciona el desastre del Katrina, las tribulaciones de los soldados en Irak, el papel devaluado de la primera potencia mundial.

Su discurso es más sincero. Culmina con un llamada a la unidad y le aplauden mujeres negras como Doris Washington, con su sombrero endomingado y su voto decidido: «Estoy con Hillary, porque habla de lo que más me afecta: la salud y la educación. No me guío por el color, ni siquiera por el hecho de que sea mujer. Doy mi respaldo a quien creo que va ser más efectivo cuando llegue a la Casa Blanca. Y por supuesto que voté por Bill. Es tan brillante como su esposa».

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