El caos que asola Afganistán se cobró ayer la vida de al menos 16 civiles, que según las distintas versiones murieron víctimas de un fuego cruzado entre las tropas norteamericanas y los insurgentes, o víctimas únicamente de los disparos estadounidenses que respondían a un ataque con explosivos -pero sin víctimas- contra un convoy militar. Era justo lo que faltaba en una situación cada vez más explosiva: que el defensor cause más daños que el atacante.
Si el año 2006 dejó 4.400 muertos por la guerra, al menos un millar de ellos civiles, en lo que va de año ya son 400, y todo apunta a que la primavera traerá una nueva ofensiva sangrienta de los talibán para la cual la OTAN está ya preparando su defensa: la Operación Año Nuevo.
Se hace cada día más evidente que los recursos que EEUU destinó a Irak tendrían que haber llegado a este país para librar una guerra que, de nuevo por un error de cálculo, pronosticaron como rápida y barata. Y esa equivocación no fue sólo estadounidense.El ministro de Defensa británico John Reid llegó a decir que estaría contento si sus soldados completaban la misión «sin que se disparara un solo tiro», y el Gobierno español ha intentado describir como misión humanitaria lo que realmente es la participación en un conflicto.
Afganistán es más grande que Irak tanto en terreno como en población, pero el número de tropas allí desplegadas no llega ni a un tercio de las que están en suelo iraquí. Además, la escasez de soldados no es el único problema. La fuerza de los talibán -irreductibles mientras sigan contando el refugio paquistaní- no puede disociarse de la debilidad del Gobierno afgano. Faltan empleos, sobra corrupción en todos los niveles y la droga sigue pareciendo el único negocio con futuro: todo un caldo de cultivo para que la insurgencia siga en pie.
Siendo ésta una guerra que contaba con el beneplácito de la comunidad internacional, y en la que se han involucrado al menos 37 países, va siendo hora de que se dediquen a Afganistán los recursos que realmente necesita.
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