JULIO VALDEON BLANCO
Dice The New York Times que los funerales por Myer Feldman apenas resonaron. Normal. Nadie supo quién era al abrir el diario. No hubo, por tanto, columnas amartilladas, aplausos cínicos, reverencias, medallas. Feldman había trabajado entre bastidores. Washington fue su territorio, un caladero ideal para quien sabía trabajar los hígados del adversario. Quizá fuera su pasado, marcado por las dificultades, el responsable de un ingenio mordaz. Nacido en Filadelfia en 1914, perdió a su padre cuatro años más tarde, durante la epidemia de gripe española. Estudió en el Girard College, donde obtuvo su graduación con 16 años. Licenciado en Derecho por la Universidad de Pensilvania, a los 28 años se enroló en la Fuerza Aérea. Al término de la II Guerra Mundial inició un periplo político que lo llevaría a entrar en el equipo de Kennedy.
John F. Kennedy confió en él y le transfirió competencias en campos tan dispares como tarifas, rutas aéreas y asuntos exteriores, donde desempeñó un papel clave negociando con los dirigentes israleíes de la época. Desayunaba con el presidente siempre que hubiera fijada una rueda de prensa. Tras morir Kennedy continuó durante un tiempo con Lyndon B. Johnson. Como fontanero, sus labores fueron mútiples. Contempló pasajes vedados. Desde las catacumbas, junto a los príncipes del momento, elaboró informes y escribió discursos. Durante las elecciones entre Kennedy y Richard Nixon lideró a un equipo que husmeaba entre la ropa sucia del candidato republicano. Al informe lo bautizaron Nixopedia.Acumulaba toneladas de información sensible destinada a realzar, por contraposición, la figura del rubio irlandés. Cuando llegó el día del debate entre los contendientes, un acontecimiento que marcó la historia de la televisión en EEUU, Kennedy barrió a Nixon, y Feldman, cómo no, figuró entre bastidores. Kennedy sonreía con aquella espectacular sonrisa marca de la casa. Sin olvidar el aura espectral de un Nixon empapado en sudor, que tanto hizo por enterrarlo, muchos de los mejores golpes atribuidos a Kennedy fueron obra de Feldman. Escribía discursos cordiales, repletos de luz, pero entre líneas siempre dejaba alguna perla ensangrentada. Escaneaba miserias a velocidad supersónica.
Sus reflejos lucen imbatibles en la anécdota que anteayer refería The New York Times. Poco antes de un debate en Houston, Kennedy necesitaba un respiro. El enemigo había encontrado un filón: su catolicismo lo hacía sospechoso. Feldman, siempre alerta, tiró de Historia. Buscó apellidos irlandeses entre quienes combatieron en El Alamo. Aquel rebozo mítico enterró los prejuicios y Kennedy salvó el cuello. Sin duda, el juego político tiene algo de farsa, y aquel abogado irreverente sabía como divertirse. La referencia al Alamo, tótem del santoral americano, parecía tanto una diana como una broma privada. Si alguien dudaba de Kennedy por algo tan íntimo y dado al prejuicio como sus creencias, qué mejor que ofrecer carnaza mítica, tópico sobre tópico, para combatir la insidia.
Tras retirarse de la política activa, en 1965, Feldman abrió uno de los despachos de abogados más prestigiosos de Washington.Su instinto comercial lo llevó a iniciar diversos negocios. Todos ellos le reportaron millones e hicieron de él un acaudalado ciudadano.Mantuvo la amistad con la familia Kennedy hasta el fin.
Myer Feldman, abogado y asesor político, nació el 22 de junio de 1914 en Filadelfia, y murió el 1 de marzo en Miami.
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