Martes, 6 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6288.
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Víctima de «muchos celos y odios»
Alavedra recuerda cómo se le vinculó «injustamente» con el 'caso Estevill' al repasar 30 años de política catalana
LEONOR MAYOR

BARCELONA.- Que una biografía de Macià Alavedra ocupe sólo 155 páginas únicamente puede significar que el hombre que fue la mano derecha de Jordi Pujol durante 20 años calla más cosas de las que cuenta en Entre la vida i la política (L'Esfera dels llibres), una obra en la que el ex político vierte sus recuerdos de la mano del periodista Enric Vila y que hoy sale a la venta.

A pesar de que el lector se queda con las ganas de conocer los entresijos que tejieron la política catalana durante los años del pujolismo, Entre la vida i la política es una buena herramienta para recordar con perspectiva histórica la transición, la primera e inesperada victoria de CiU en Cataluña, el caso Banca Catalana, los pactos del Majestic y otros avatares que marcaron las dos décadas de gobierno nacionalista.

Una etapa de la que Alavedra hace un balance positivo, casi carente de autocrítica. El ex conseller de Pujol (ocupó primero la cartera de Governació y después las de Indústria y Economia) se muestra orgulloso de haber conseguido una policía autonómica para Cataluña después de unas arduas negociaciones con el Gobierno socialista de Felipe González.

También destaca entre sus logros el haber obtenido la cesión del 15% del IRPF sentando así el precedente necesario para posteriores incrementos de la financiación de Cataluña. Se jacta de ser el impulsor del Instituto de la Empresa Familiar y del modelo industrial que ha imperado en Cataluña en los últimos años.

«He contribuido a reforzar La Caixa y la empresa familiar. También he trabajado en la internacionalización de la empresa catalana y en la captación de multinacionales. Asimismo, favorecí la inversión turística y contribuí a la promoción de la zona de Tarragona, sobre todo a través de Port Aventura», relata Alavedra.

Aunque su cartera preferida fue la de Economia, el ex conseller se muestra también satisfecho de su tarea al frente de Governació, donde «definí el modelo policial que finalmente ha triunfado en un momento en que parecía una utopia», diseñó el mapa de las comarcas y contribuyó a la supresión de la Corporación Metropolitana, «que el PSC había convertido en un contrapoder de la Generalitat».

«En financiación introduje el concepto de corresponsabilidad fiscal y de capacidad normativa en grandes impuestos como el IRPF. He negociado traspasos importantes como, por ejemplo, el del agua, el de las universidades y el de Adigsa», añade.

Alavedra, que se define como liberal, católico y catalanista, considera que la Transición fue «el éxito más sonado de España desde el descubrimiento de América» y cree que, a pesar de las críticas, CiU hizo lo que tenía que hacer cuando pactó con el PP de José María Aznar en 1996.

Reconoce, no obstante, que CiU no supo «conectar» con el mundo intelectual y cultural catalán: «Eso fue un problema porque si los empresarios son los que dan el marco de estabilidad y seguridad a un país, los artistas y los intelectuales son los que fijan los prestigios y cohesionan a los colectivos alrededor de unos valores y unos sentimientos».

Alavedra cree que el Estatut de Sau -que se negoció con mayoría socialista en el Parlament- podría «haber sido un poco mejor» y recuerda que mientras los vascos fueron a lo práctico y se centraron en «financiación y seguridad», los catalanes «hablaban de un concierto cultural y lingüístico, algo que obtuvimos en buena medida».

Abogado de formación, políglota y ávido lector de historia y narrativa, Alavedra no oculta que fue relacionado «injustamente» con los escándalos de De la Rosa y Estevill. En su opinión, la polémica le salpicó a la «envidia». «En este país, la felicidad de los otros se envidia especialmente y no se soporta», reflexiona.«Algunos pensaron que yo era un hombre demasiado feliz y de ahí me han venido muchos celos y odios», agrega.

En relación al caso Estevill, Alavedra reconoce: «consideré que creaba un clima de miedo inusitado entre sectores del empresariado y, sin imaginarme que pudiera haber dinero de por medio, intenté que algunos acusados tuviesen la oportunidad de explicarse», para luego destacar que «al final en la sentencia que salió ni tan siquiera se me menciona».

Pero en las páginas de Entre la vida i la política casi no hay espacio para los malos recuerdos ni tampoco para las críticas hacia sus contemporáneas. Alavedra tiene elogios para casi todo el mundo, desde Heribert Barrera hasta Josep Piqué, pasando por Artur Mas, Rodrigo Rato, Adolfo Suárez, Felipe González, Mariano Rajoy, Anna Birulés, Miquel Puig o Antoni Castells. Pero, sobre todo, para el ex president Jordi Pujol: «me gustaba por su carácter de ganador y por la visión global que tenía del país», concluye.

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