Martes, 6 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6288.
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MEDIO AMBIENTE / Una investigación realizada con satélites ha revelado que la quema de combustibles fósiles en la India y China puede alterar el sistema climático global
La polución de Asia está generando tormentas intensas en el Pacífico
ANGEL DIAZ

MADRID.- Los gases contaminantes producidos por la quema de carbón y otros combustibles fósiles interactúan con las nubes del océano Pacífico y provocan que las tormentas de la zona sean cada vez más intensas. Así lo acaba de descubrir un equipo estadounidense de investigadores, que ha analizado los cambios que ha sufrido la atmósfera desde 1984 y ha detectado una relación directa entre el incremento de las emisiones de gases en países como la India o China y el aumento de las nubes que provocan esta clase de precipitaciones.

Los altos niveles de aerosoles (partículas suspendidas en la atmósfera), provocados sobre todo por la emisión de dióxido de azufre y hollín, coinciden en el norte del océano Pacífico con una gran cantidad de nubes convectivas profundas, que se extienden hasta los confines de la troposfera y pueden provocar grandes lluvias. Además, en esta región se dan las condiciones de humedad adecuadas y la presencia de grandes masas de aire a distintas temperaturas que chocan entre sí.

Todo ello contribuye a que las tormentas sean cada vez mayores, ya que los aerosoles actúan en la atmósfera como núcleos de concentración que incrementan la cantidad de gotas de lluvia en las nubes y reducen el tiempo que éstas tardan en formarse y en precipitar. El climatólogo de la Universidad A&M de Texas, Renyi Zhang, y sus colaboradores han llegado a esta conclusión tras estudiar los datos obtenidos por satélites de todo el mundo y empleando simulaciones informáticas para la predicción meteorológica. Los resultados de las investigación aparecen hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Creciente desarrollo

Los científicos compararon la cantidad de nubes convectivas profundas entre los periodos de 1984 a 1994 y de 1994 a 2005. En el segundo decenio, la presencia de esta clase de nubes aumentó considerablemente, entre un 20% y un 50%, en buena parte del Pacífico norte, y sobre todo en invierno. Además, las nubes marítimas suelen diferenciarse de las terrestres en que poseen menos densidad de gotas de lluvia, pero la acción de los aerosoles habría potenciado su capacidad para provocar tormentas.

Zhang y su equipo atribuyen esta circunstancia al aumento de la quema de combustibles fósiles durante los meses de invierno, debida sobre todo a la creciente industrialización de la India y China, donde estos recursos energéticos son ampliamente usados como fuente de energía y calefacción. De hecho, los investigadores han analizado también las variaciones de nubes en el océano Atlántico, que también sufre un periodo de tormentas durante el invierno, y no han encontrado cambios significativos.

Tampoco la temperatura de la superficie oceánica ni otros parámetros que podrían contribuir a la formación de nubes justifican la tendencia. «Hemos identificado sin ambigüedades una tendencia a incrementar las nubes convectivas profundas sobre el Pacífico norte durante el invierno, y hemos demostrado el vínculo entre el trayecto de tormentas intensificado en el Pacífico y la emisión de polución en Asia», aseguran Zhang y sus colaboradores en su informe.

El influjo de la contaminación por aerosoles en las tormentas y, de forma más general, en el clima, no se limita a las regiones de las que provienen los gases. Por una parte, los investigadores recuerdan que los aerosoles provenientes de Asia pueden alcanzar Norteamérica en seis días, cambiando así el patrón de precipitaciones en gran parte del océano. Además, el trayecto de tormentas del Pacífico juega un papel fundamental en el intercambio de calor entre el ecuador y el norte del planeta, lo que contribuye a la estabilidad del clima. Sin embargo, un trayecto de tormentas potenciado por los aerosoles podría llevar este calor demasiado lejos y afectar al Polo Norte, una zona especialmente sensible al cambio climático.

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