Martes, 6 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6288.
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 CULTURA
Cuando Macondo 'tomó' la Cibeles
La Casa de América celebra el 80º cumpleaños de García Márquez con una lectura pública de 'Cien años de soledad' que inició María Teresa Fernández de la Vega
J. M. PLAZA

MADRID.- «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces...».

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Con voz seca y firme, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, comenzó ayer, a las nueve de la mañana, la lectura de Cien años de soledad, la inmortal novela de García Márquez. La vicepresidenta fue la primera del largo centenar de lectores cualificados que pasaron por la Casa de América.

El director de esta institución, Miguel Barrroso, señaló que con la lectura pública y completa de Cien años de soledad (a imitación de la lectura de El Quijote) han pretendido hacer un regalo a García Márquez, que precisamente hoy, martes, cumple 80 años.

Con este motivo, a la medianoche de ayer, cuando la novela estaba a punto de cerrar los ojos, se encendieron las dos velas de una tarta de nata que reproducía la portada y la primera página del libro, editado en 1967.

«¡Uff, ya ni me acuerdo de cuándo leí Cien años de soledad. Fue hace muchos años. Era muy joven, y me pareció fascinante», confesó Fernández de la Vega, que llegó acompañada de las chicas del PSOE: Carme Chacón, Leire Pajín y Trinidad Jiménez, quienes leyeron después de ella.

Trinidad Jiménez, secretaria de Estado para Iberoamérica, descubrió la novela en la universidad y aún recuerda la impresión que le causó la vitalidad, la belleza y el mundo de Macondo. Leire Pajín, secretaria de Estado de Cooperación Internacional, conoció la novela como lectura en el instituto, pero fue luego, al releerla por placer, cuando captó toda su grandeza. Su lectura le marcó, dice, junto a la de Nada, de Carmen Laforet, y las poesía de Mario Benedetti.

Carme Chacón, vicepresidenta del Congreso, fue la más precoz: leyó la novela a los 12 años. Y la entendió: «Ya había leído mucho a esa edad», confesó ayer; «y me gustó tanto que durante mucho tiempo no quise volver a ella por si me desencantaba. La releí a los 21 y la impresión fue aún mayor».

Tras las cuatro damas socialistas, el Palacio de Linares se convirtió en un ir y venir de periodistas, escritores, cineastas y gente de la cultura que pasó por allí para leer sus correspondientes siete páginas de Cien años de soledad: Iñaki Gabilondo, Fernando Olmeda, Montxo Armendáriz, Mercedes Sampietro, Irene Zoe Alameda, Angeles González-Sinde, Emma Suárez, Rogelio Blanco (director general del libro), Manuel Francisco Reina, Marisa Paredes...

Uno de los más madrugadores fue Dasso Zaldívar, que pasó desapercibido entre tanto tránsito pero que es el mayor experto en García Márquez de todos los que pasaron por Casa de América -no en vano es el autor de Viaje a la semilla, un estudio biográfico del escritor colombiano que se acaba de reeditar coincidiendo con el cuarto de siglo de la concesión del Premio Nobel-.

Una vez realizado su tramo de lectura, Zaldívar recordó el origen del término Macondo, que es una palabra bantú que en su lenguaje original (plural de likondo) significa plátanos o frutas del diablo.

«Es una palabra que llegó al Caribe con los esclavos africanos, en el siglo XVI, y que en algún momento tuvo un cambio de significado, y macondo pasó a denominar a unos árboles muy altos, frecuentes en Santa Marta de Colombia».

Zaldívar, que descubrió Cien años de soledad a los 13 años, señala que Macondo era el nombre de una finca de la compañía bananera que Márquez veía cuando pasaba en tren camino de la ciudad. «Así que cuando escribió su primera novela, La hojarasca, recordó ese nombre bien sonoro», dijo.

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