Un grupo de trabajadores con excavadoras y bajo fuerte protección policial inició a primera hora de ayer, por sorpresa, el derribo de Ungdomshuset, el centro juvenil cuyo desalojo el pasado jueves provocó graves disturbios en Copenhague, que acabaron con la detención de más de 650 personas.
Los obreros llevaban el rostro cubierto, así como también iba tapado el nombre de la firma propietaria de la excavadora por temor a represalias y contraviniendo las recomendaciones de los sindicatos de Dinamarca, que habían animado a no aceptar un trabajo que se desarrollara bajo protección policial.
La secta cristiana Faderhuset (Casa del Padre), a quien una sociedad intermediaria vendió el centro y su solar tras comprarlo en 2000 al Ayuntamiento, celebró ayer una rueda de prensa en la que Ruth Evensen, líder de la secta (contraria al aborto, los homosexuales y los musulmanes) justificó el derribo por el «estado ruinoso» de la casa y anunció la construcción de un centro «abierto» para todos los ciudadanos.
«Desde la primera vez que Faderhuset se pronunció sobre el derribo de esta casa de más de 100 años hemos propuesto una y otra vez a los políticos que le ofrecieran otro terreno y que se protegiera la Historia. Sin embargo, los políticos han ignorado la oferta», señalaron en un comunicado los okupas de este centro cultural, que consideran que la orden de derribo es ilegal porque el edificio se estaba utilizando. Desde hace 25 años, jóvenes alternativos o antisistema se daban cobijo en este bastión de la cultura underground europea.
Copenhague se ha visto envuelta en los últimos días en los peores disturbios en décadas, con enfrentamientos continuos entre okupas y policías, especialmente en el barrio de N.phi.rrebro, en el centro de la capital danesa.
De los cerca de 650 detenidos, unos 140 son extranjeros, la mayoría de Alemania, Suecia y Noruega (donde están siendo deportados); y alrededor de 218 han pasado a prisión preventiva.
Respecto al momento en concreto de la demolición, ayer, éste fue protegido por un elevado número de policías. «Esperamos que los jóvenes expresen su frustración sólo vocalmente», apuntó Per Larsen, portavoz de la policía, en la televisión danesa.
El derribo también fue presenciado por varios jóvenes con rostros desolados. «Han roto mi corazón», susurraba Birgitte, de 21 años, a la cadena británica BBC, rodeada de jóvenes que lloraban, unos en brazos de otros.
Jornada tranquila
Al mediodía, los obreros tuvieron que parar su trabajo por un posible problema de asbesto.
A lo largo de la jornada, grupos de personas acudieron a las cercanías del lugar para depositar flores y protestar por la medida, con algún corte de tráfico ocasional, aunque la policía sólo detuvo a un par de personas.
Tras los choques iniciados el jueves, Copenhague ha vivido en calma las últimas horas, después de tres noches especialmente violentas. De hecho, el domingo, la protesta adquirió un perfil muy pacífico con una marcha protagonizada por un millar de ciclistas.
Pero la historia puede que no acabe aquí. Políticos de los partidos Socialdemócrata, que ostenta la Alcaldía, de la Izquierda Popular y del Radical Liberal se reunieron ayer en el Ayuntamiento para buscar una solución al conflicto. Representantes de estos dos últimos partidos y del Fondo Jagtvej 69, que apoya las reivindicaciones de los jóvenes y de los propios activistas, se reunirán hoy con el mismo objetivo.