Martes, 6 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6288.
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Llueve estiércol
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

Todo el argumentario que los partidos del nuevo régimen -el PRISOE y sus cofrades comunistas y nacionalistas, etarras incluidos- utilizan contra el PP, el único partido que aún defiende el régimen constitucional del 78, se reduce a una sola razón, que en democracia es sinrazón: la derecha está deslegitimada para hacer política. O lo que es lo mismo: media España tiene derecho a hacer lo que le dé la gana, incluído cargarse a España, y la otra media no tiene derecho a quejarse, ni para defenderla. La condición despótica y chequista, totalitaria y antinacional de Zapatero y sus secuaces nunca se ha visto con tanta claridad como en estos últimos días, en los que la miserable y cobarde rendición del Gobierno ante la ETA sólo se ha justificado atizándole al PP, venga o no venga a cuento, llueva o truene, nieve o haga sol, ora inventándole un pasado que no tiene, ora tergiversando el que sí tiene, por cierto infinitamente más presentable que el del PSOE, golpista desde que nació y antidemocrático casi siempre.

España como tal atraviesa la situación más grave de los últimos siglos, no sólo por la liquidación del régimen constitucional que están perpetrando la izquierda y el separatismo a espaldas de los ciudadanos, porque un régimen puede cambiar y mejorar a un país, sino porque se está dinamitando conscientemente la base de cualquier régimen político, presente o futuro, constitucional o no, que es la existencia misma de la nación española. Ni siquiera en nuestras guerras civiles del XIX y el XX se ha puesto en duda que, cualquiera que fuese el vencedor, España se mantendría como marco de referencia común, como continuidad de nuestra milenaria andadura histórica, como cauce de este viejo río Ibero que a veces nos ofrece aguas cristalinas y otras veces avenidas de barro.

Ahora, sí. Ahora lo que está en cuestión es España como régimen de libertades. Ahora, lo que se pone en duda es la existencia misma de la nación. Y por eso es muy lógico que de manera espontánea, gradual, casi sin darnos cuenta, la gente, el pueblo, las masas se hayan ido agrupando en dos bandos: los que se identifican orgullosamente llevando la bandera de España y los que salen a la calle sin ella. Ese logro de Zapatero figurará para siempre en su haber, que cada día que pasa se hace más debe.

Y es natural que los dinamiteros de la idea nacional vuelquen su bilis contra media nación, porque se sienten incompatibles y superiores a la España que tiene las ideas bastante claras sobre el pasado, el presente y el futuro, empezando por la propia idea de España. Todo el estiércol que llueve sobre el PP desde los partidos y medios de comunicación del nuevo régimen es estiércol contra la nación. Pero ojo: el estiércol también favorece la cosecha.

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