RAUL DEL POZO
La manifestación se ha convocado el día 10, sábado, víspera de otro día señalado. La derecha se ha vuelto estentórea, vocablo que procede de Stentor, un guerrero de la Ilíada que podía gritar con la fuerza de cincuenta hombres. Mariano Rajoy, que no es de esos españoles que hablan alto, ha tomado el mando de la revuelta cívica, ha entrado en acción y pide ayuda a la ciudadanía contra el indulto de De Juana, la deslealtad del Gobierno al Estado de Derecho y su rendición ante ETA. Como De Gaulle, cuando se desbarató el Estado francés después de la Revolución de Mayo, Rajoy va a preguntar a los españoles en la calle: «¿Yo o el caos?». Mariano Rajoy corre el riesgo de que la gente, como cuando preguntó el general, elija el caos y se tenga que ir a Santa Pola, su Colombey-les-Deux-Églises.
Se masca la bullanga, la gresca, la zaragata, el belén y el tiberio. Ahora las pancartas y los pareados se pasan por los móviles. Aun es pronto para llamar a todo esto motín; por ahora parece sólo acumulación de rabia. Mariano Rajoy, atizado por sus competidores interiores, pretende que su clientela despierte de la modorra letárgica, no aspira a acelerar la Historia sino a romper un empate que predicen las encuestas. Según José Bono, que sueña con ser el deseado en un posible fracaso de Zapatero, por vez primera en la Historia democrática, el Gobierno se ha quedado sin apoyo popular.
En los países que guardan su dinero en el banco alemán no hay precedentes inmediatos de que una manifestación, aunque sea la madre de todas las manifestaciones, haya tirado a un Gobierno. Esas cosas sólo ocurren en Asia. Ni siquiera cuando los estudiantes y los obreros convierten la calle en Parlamento se van los gobiernos. Las voces no cambian gobiernos, sino los votos, contados uno a uno.
El póquer de los patrañeros empezó cuando el PSOE llegó al poder después de asaltar sedes. El PP le devuelve el lance. Siempre hay algo miserable en la venganza que los dos partidos practican con lenguaje ramplón. La izquierda con sus palimpsestos, sus poetas y sus consignas tiene más arte para hacerse con la calle, le viene la experiencia de las minas y las comunas, que tienen mucha calle detrás. A los de derechas, cada vez que organizan una gran manifestación les sale un congreso eucarístico o todo lo más una cacerolada. Pero hoy el PP tiene una gran capacidad de enrolamiento ciudadano. La manifestación del sábado será ciclópea, descomunal.
Tengamos confianza en que Mariano Rajoy no consentirá que la manifestación acabe a tiros, a puñetazos o a pedradas. Una de las mayores aficiones de los españoles es vaciar la hiel amarga por los malos gobiernos mostrándose bellacos en la impunidad del tumulto, escribe Arturo Pérez Reverte. «Caín», dice, «nació en España». En la nación fácilmente fanática, la de innumerables pronunciamientos, motines y guerras civiles, un turbión colérico sería peligroso.
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